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Opinión: La educación financiera o cómo hacer para que el dinero trabaje por nosotros


Tener una buena educación financiera puede significar una gran diferencia para tu futuro, te decimos por qué.

por: Emilio González Emilio González

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Hay actividades que, ya de niños, una vez que tenemos conciencia de la vida, sabemos que estamos destinados a hacer para siempre. Respirar, comer, movernos. Prácticamente el resto corresponde a la cultura.

 

Las cosas -lo sabemos- se aprenden. En ese sentido, sorprende que todavía, en México -diría, en todo el mundo-, no sabemos administrar nuestro dinero. Es una de las cosas más útiles de aprender a lo largo de la vida, y por lo que todo el mundo puede verse beneficiado.

 

El nivel de educación financiera no necesariamente está correlacionado con el nivel educativo formal de una persona. Gente de lo más destacada, doctores, científicos, pueden no tener idea de cómo comparar diferentes opciones de pago o de ahorro. A estas alturas, es raro que en nuestra educación formal no se enseñen estos hábitos; probablemente se espera que los aprendamos a los golpes.

 

Ya es tiempo de tomar el toro por los cuernos.

 

Por qué es importante la educación financiera

 

Definimos a la educación financiera como el modo en que administramos nuestro dinero básicamente en tres sentidos: cuáles son nuestras fuentes de flujo o de ingresos, en qué gastamos, y en qué ahorramos en un cierto período de tiempo. Tomar estas decisiones temprano en nuestra vida -independientemente de los muchos o pocos ingresos que percibamos- nos ayudará incluso a formar nuestro patrimonio para cuando nos retiremos del mercado laboral. 

 

Hay tres aspectos que me gustaría traer a consideración.

 

Tener claridad sobre los gastos e ingresos. 

Cuáles son mis gastos diarios (renta, hipoteca), fijos (comida, medicina, servicios básicos) y variables (los “lujos” del mes, como ir a un restaurante). Siempre es bueno, además, tener un “colchoncito” para gastos imprevistos. En este sentido, un ejercicio de lo más simple es hacer una lista con todos ellos. Tener claridad sobre nuestros límites y comparar todos nuestros gastos con nuestros ingresos.

 

Entender cuáles son mis posibles fuentes de financiamiento. 

En México hemos tendido a denigrar al crédito - lo vemos como algo peligroso de lo que debemos mantenernos alejados, y como sinónimo de gasto irresponsable.

 

Sin embargo, tomar un crédito no es necesariamente malo. Tener alternativas de financiamiento nos da flexibilidad ya sea para poder aprovechar oportunidades, anticipar gastos, o poder salir de imprevistos. Lo importante es poder analizar las opciones de crédito y poder escoger la más conveniente.

 

 

Pero, ¿en qué me debo de fijar para ver si un crédito me conviene? Es una pregunta que causa mucha confusión. Hay personas que se fijan solo en los montos que van a tener que pagar periódicamente (ya sea semanal, quincenal, o mensual) y revisan que estos montos estén dentro de su capacidad de pago dado sus ingresos. Aunque esto es buena práctica, solo fijándonos en esto no garantizamos que estemos recibiendo el más acuerdo, ya que la tasa de interés que podemos estar pagando puede ser muy alta. Por otro lado, enfocarse solo en la tasa de interés también es engañoso - a final de cuentas no me sirve de nada un crédito que tengo que pagar mañana por más baja que sea la tasa de interés si no voy a tener el dinero para pagar a tiempo.

 

En general, debemos fijarnos en tres variables al momento de analizar créditos:

 

- Los flujos que tendremos que pagar dentro del período deben ser previsiblemente pagables; vale decir, que nuestros ingresos sean suficientes.

- El rendimiento que nos están cobrando, y compararlo con otras opciones; es decir, qué porcentaje pagaremos de interés anualmente. Aquí tenemos que tomar en cuenta, además de intereses, posibles comisiones (e.g. comisión de apertura).

- Las flexibilidades que ofrecen los diferentes créditos; en tal sentido, las condiciones pueden cambiar, y es importante que sepamos si podemos beneficiarnos en caso de que las cosas se modifiquen a nuestro favor. (Un ejemplo: si en cinco años ocurre que podemos pre pagar cuotas, es importante saber que no nos cobrarán comisión por ello).

 

Analizar estas tres variables no siempre es sencillo, y es aquí donde las instituciones financieras mexicanas deben esforzarse en otorgar herramientas a los usuarios para tomar decisiones más informadas, y puedan comparar las diferentes alternativas. En principio, los bancos deberían eliminar las letras chiquitas de los contratos y establecer una relación de transparencia con sus clientes, que es por lo que más nos enorgullecemos en Nu México.

 

¡El ahorro!

 

Muchas veces desestimamos el impacto global que pueden tener las decisiones financieras en nuestras vidas. Pensamos: “¡Ahorrarme $50 aquí o $30 allá no hace tanta diferencia!”. Solemos desestimar la disparidad entre que una inversión nos pague 6% o 10% de interés al año si tenemos sólo dos mil pesos en nuestra cuenta. Pero lo cierto es que los ahorros chicos se acumulan, y el poder del interés compuesto es muy importante.

 

El interés compuesto es exponencial. Es decir que si invertimos 10 mil pesos y el interés anual es de un 10%, ganarás mil. Y es que al segundo año, ganaremos el 10% de once mil y no ya de diez mil, como establece el interés simple. Y ese efecto a través de los años se multiplica.

 

Por la importancia de los intereses, es muy importante decidir en dónde voy a invertir mis ahorros. Dejarlos en una cuenta de ahorro con interés de 0-2% no es la mejor opción a largo plazo. Por lo general, para obtener mejores retornos tenemos que tomar algo de riesgo, por ejemplo invirtiendo en acciones. Esto no quiere decir que debamos de tomar decisiones muy riesgosas - podemos mitigar estos riesgos con una buena estrategia de diversificación y enfocándonos en el largo plazo, por ejemplo, invirtiendo en fondos de bajo costo diversificados que sigan a un índice accionario (como el S&P500 de Estados Unidos o el IPC de México).

 

Vamos a poner un ejemplo: si dejamos de tomar un café en Starbucks de 20 pesos en un día, no pasa nada. Pero si dejamos de tomar ese café por un mes puedo ahorrar 600 pesos. Si lo incorporo en mi rutina y ahorro 600 al mes por 30 años con un retorno promedio de 10%, al final de esos 30 años voy a tener alrededor de 1.2 millones de pesos. En cambio, si eso lo dejo abajo del colchón o en una cuenta que no rinde, solo tendría alrededor de 210 mil pesos. Eso nos cambia el panorama, ¿no es cierto?

 

No hay que desestimar el impacto que puedan tener decisiones tomadas temprano en nuestra vida con el poder de los intereses. En algún momento de nuestra existencia vamos a dejar de ser productivos. Entonces debemos crear un patrimonio para el momento de la jubilación. No es lo mismo ahorrar 600 pesos mensuales desde los 18 años que empezar a los 65, por cómo puede crecer ese dinero a través de los intereses que nos reporte.

 

Conclusión

El miedo nos lleva a tomar decisiones desfavorables para nosotros mismos y a no tomar decisiones que podrían beneficiarnos. Carecer de educación financiera nos coarta la posibilidad de comparar cuál es la alternativa de crédito más adecuada para nosotros. La mentalidad que nos conduce a no encarar un proyecto porque no contamos con el dinero aquí y ahora nos limita a lo que podríamos hacer como consumidores o como inversionistas.

 

Por último, la falta de educación financiera nos lleva a ahorrar, cuanto menos, de una manera peligrosa e improductiva. Hacerlo debajo del colchón, con el sistema de “tandas” o en cuentas de ahorro con un rendimiento bajísimo a la larga no nos favorece.

 

Para crear un patrimonio hay que trabajar muy duro, claro está, pero también es necesario administrar mejor nuestro dinero y ponerlo a trabajar para nosotros. 

 

Emilio González, Director General de Nu México

Se unió a Nubank Brasil en 2016 donde colaboró como Business Analyst y después como Squad Lead del equipo de Acquisition y posteriormente de Customer Management. Antes de unirse a Nubank, Emilio trabajó como CFO y Director en Planeación Estratégica en Grupo Topaz, específicamente en la Universidad Regiomontana. A lo largo de su carrera también ha colaborado en importantes compañías como The Boston Group, CEMEX y Femsa. Emilio tiene un BS en Ingeniería Mecánica por la Universidad de Stanford y un MBA por la Universidad de Harvard. En su tiempo libre practica ciclismo, pues es un apasionado de hacer deportes en exteriores.

 

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