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Esta es la capital de los celulares robados


En esta ciudad del mundo se ha vuelto demasiado peligroso usar un celular en público. En un lugar y en un mundo donde los gadgets se han cotizado tan alto, un teléfono inteligente podría costarte la vida.

por: Celia Ramírez Zolezzi Celia Ramírez Zolezzi

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Actualmente, es muy difícil imaginarnos una vida donde no podamos andar por la calle checando nuestro celular o tomando alguna llamada en la vía pública. Incluso en el transporte público en México vemos escenas frecuentes de personas con sus smartphones, ya sea checando sus redes sociales, o jugando algún videojuego o matando el tiempo en cualquier otra aplicación.

 

Esto sucede no sólo en México, sino en muchas partes del mundo. Pero no en esta ciudad, la capital de los celulares robados, Bogotá. Y es que Colombia, un país históricamente famoso por el tráfico de drogas, recientemente está cobrando fama por el tráfico de otro producto altamente cotizado: los teléfonos inteligentes, como lo ha reportado el Huffington Post en una serie de reportajes especiales.

 

De forma similar a como se ha traficado droga por años –algo en que las mafias colombianas parecen haber adquirido mucha experiencia- la capital de Bogotá es ahora “popular” porque por sus fronteras pasan cientos de miles de cajas de valioso contrabando, sólo que esta vez en forma de cajas repletas de celulares robados.

 

La forma de “disfrazar” los celulares pasa por meterlos en empaques de leche o contenedores de fruta o escondidos en compartimentos “secretos” cocidos especialmente dentro de maletas o mochilas de viaje.

 

Los preferidos son los Samsung y principalmente el iPhone, pero se trafica de todo, incluidos LG, BlackBerry y otras marcas.

 

Los celulares robados provienen desde Estados Unidos, desde luego, hasta lugares tan lejanos como España y Singapur. Muchos de los celulares robados en el mundo llegan a Bogotá, donde se venden en tiendas, empacados en cajas con instructivos incluidos, pero también son distribuidos desde ahí al resto de Latinoamérica, desde países como Brasil y Argentina, hasta otros más pequeños como Perú o Ecuador.

 

Lo mejor para estas mafias colombianas es que, a diferencia de la cocaína, los celulares son un negocio “mucho más seguro”, dada la persecución y los avances logrados en relación al tráfico de drogas.

 

Además, por supuesto, del enorme crecimiento de la industria móvil y, por ende, de la demanda que hay de celulares en el mundo. Se estima que el mercado de celulares robados tiene un valor de aproximadamente $30 billones de dólares al año, según la firma Lookout con sede en San Francisco.

 

Lo peor del tráfico de celulares en la capital de Colombia es que en esta ciudad, al parecer, se ha vuelto imposible usar un celular en público. Los riesgos son demasiados. Los asaltos a mano armada e incluso asesinatos se han convertido en la norma en esta ciudad. En los últimos dos años en Colombia se han registrado 20 asesinatos relacionados con el robo de celulares. Parece poco si se lee la cifra de forma fría, pero es un número aterrador y preocupante, si consideramos que hay personas en el mundo capaces de quitarle la vida a alguien por un celular.

 

Mientras tanto, las autoridades colombianas relacionadas con el tema acusan a los fabricantes y empresas de telefonía de “indiferencia” y de no hacer lo suficiente para proteger a los dueños de celulares y así evitar el robo de celulares.

 

Por otro lado los consumidores, como siempre, son en gran medida los culpables por comprar artículos robados, pues mientras haya quien compre celulares robados, siempre habrá quien esté dispuesto a lo que sea por conseguirlos.

 

Para atacar el tema, la única forma que ha encontrado el gobierno de Colombia es prevenir a los ciudadanos de Bogotá de no usar sus teléfonos en público e incluso de “dejarlos en casa”, como lo hizo el Alcalde Mayor de Bogotá, Gustavo Petro, en febrero de 2013, una “sugerencia” que causó indignación en medios y redes sociales colombianos.

 

Otra forma ha sido lanzar una serie de comerciales bastante crudos, donde tratan de crear consciencia sobre las consecuencias de comprar celulares robados.

Si bien en México no hemos llegado a esos extremos, quizás sería muy bueno aprender de las experiencias que ya se viven en otros países. ¿No creen?

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