Se han encontrado pruebas de que el núcleo de la Tierra tiene movimiento, gira en una dirección y luego en la contraria. Científicos de Estados Unidos afirman que este modelo contradice todo lo entendido hasta el momento. La hipótesis que plantean es que esta estructura gira en un solo sentido y a más velocidad que la superficie del planeta.
El estudio, liderado por la Universidad del Sur de California (USC) y publicado el último viernes en Science Advances, muestra que, según reflejan los datos sísmicos, el núcleo interno cambió de dirección entre 1969 y 1974.
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Los estudiosos dicen que el modelo de movimiento del núcleo interno influye en la duración de día, es decir, que en las últimas décadas han demostrado que oscila cada seis horas, lo cual podría influir en los horarios del mundo.
“A partir de nuestros hallazgos, podemos ver que la superficie de la Tierra se desplaza con respecto a su núcleo interno”, asegura John E. Vidale, coautor del estudio y profesor de la USC.
De acuerdo con el estudio, el núcleo interno giró ligeramente más despacio entre 1969 y 1971, y luego se movió en la otra dirección entre 1971 y 1974. También la duración del día creció y se redujo, como era de esperar.
En este tiempo, se ha demostrado que el núcleo —una bola caliente y densa de hierro sólido del tamaño de Plutón— se mueve y cambia.
“Lo investigamos esperando ver la misma dirección y velocidad de rotación en el par de pruebas atómicas anteriores, pero en lugar de ello vimos lo contrario. Nos sorprendió bastante ver que se movía en la otra dirección”, añade el científico.
Ciclos de 6 años en la duración del día y en el campo magnético
Por otro lado, el estudio respalda la hipótesis de que la oscilación del núcleo interno causa las variaciones de la duración del día —más o menos 0,2 segundos en seis años— y del campo magnético —que oscila cada seis años—.
Por tanto, ambos fenómenos coinciden, tanto en amplitud como en fase, con el ciclo de oscilación del núcleo interno que los autores han determinado en su estudio.
“El núcleo interno no está fijo: se mueve bajo nuestros pies, y parece ir y venir un par de kilómetros cada seis años”, dice Vidale.