1983, un joven Steve Jobs de cabellera larga desborda una sonrisa en el podio. Al fondo se escucha la canción corporativa, un cover de What a Feeling, de Irene Cara, que funciona como oda a los valores de la empresa. Jobs baila con disimulo al frente de la audiencia, que no deja de vitorear.
De su discurso sobresalen frases proféticas sobre un futuro de esclavitud tecnológica. “¿La ‘Big Blue’ (IBM) dominará la era de la información? ¿George Orwell tenía razón sobre 1984?” Inmediatamente después, un video se proyecta detrás del director, es el legendario comercial que anunciaba a Apple como el salvador a una eminente dominación del Gran Hermano. Mientras los asistentes enloquecen ahogados en gritos y aplausos, Jobs, de apenas 28 años, no puede controlar sus gestos. Alguna que otra risa se le escapa y el micrófono le da eco.
A un año de su muerte, Steve Jobs es una figura de culto. Construyó un paradigma que representa las ideas de una época: innovación, rebeldía y distinción. Fue un Midas de la cultura popular. No obstante, su principal herencia, Apple, ha resentido su partida, muy a pesar de ver llenos sus bolsillos.
En 1984, la “gran manzana” introdujo la Macintosh, la primera computadora personal con una interfaz compuesta por íconos, animaciones y tipografía de fácil lectura, además de incorporar por primera vez un ratón. Apple había simplificado la computadora personal. Había revolucionado el mercado.
En contraste, el pasado 12 de septiembre de este año la empresa lanzó el iPhone 5, la sexta generación del teléfono móvil más popular de todos los tiempos, significaba más una evolución de su antecesor que una apuesta arriesgada, de esas a las que Jobs nos tenía tan acostumbrados. Los cambios fueron los esperados: una pantalla más grande, mejor procesador y un nuevo sistema operativo, entre otras características. Cambios obligados por una competencia cada vez más dura y difícil de rebasar.
Las voces críticas se suman y se dirigen en un mismo sentido: Sin Jobs, Apple se siente desangelada. A pesar de su extraordinario comportamiento bursátil que impone récords, o los enloquecidos números de ventas de sus productos, se ha perdido el “one more thing” que hacía de su catálogo objetos de deseo, no importando otras razones más que tenerlos.
Últimos días
El 5 de octubre de 2011 se conoció la noticia, Steve Jobs había muerto a consecuencia del cáncer de páncreas que padecía desde 2004. El mundo despidió a Jobs con tristeza, miles de seguidores de la marca y admiradores del californiano arribaron a las tiendas de Apple de todo el mundo a colocar flores, velas y cartas. Miles de personajes de todos los ámbitos reconocieron en él una persona influyente, modeladora de la vida cotidiana en la actualidad.
Lo que sucedería con Apple estaba ya planeado. Semanas antes, exactamente el 24 de agosto, Jobs entregó al consejo de Apple, Inc, su renuncia como consejero delegado. Su condición no le permitía trabajar más en ese puesto y Tim Cook, quien hasta entonces era jefe de operaciones, tomó la posición de CEO. Jobs no dejaría en manos extrañas su creación. Cook ya lo había reemplazado en tres ocasiones anteriores (2004, 2009, e inicios de 2011) por bajas temporales también relacionadas con su salud.
Cook dijo entonces que Apple no iba a cambiar. Entre analistas del sector empresarial se sabe que en este caso particular, de cuando la cabeza más importante de una compañía sale, la identidad debe prevalecer para mantener a los clientes y la opinión pública tranquila. El caso de Apple va más allá.
Un día antes de la fatal noticia, el iPhone 4S fue presentado por Cook provocando una gran decepción entre los fanáticos y los especialistas, cuyas expectativas se centraban en ver un iPhone 5, algo que no sucedería hasta hace unas semanas. El 4S era una versión aún más refinada del 4, pero, de nuevo, la competencia ya se había adelantado y Apple llegaba un poco tarde a la fiesta de cámaras con mayor resolución y procesadores de doble núcleo.
Sin embargo, el mayor problema que enfrentaba Apple tras esa presentación era algo que no podía asociarse al hardware o el software de un teléfono inteligente: Tim Cook no es Steve Jobs.
Continúa el fenómeno Apple
Apple aún conserva su toque. La lealtad de sus clientes se reafirma con la salida al mercado de un nuevo producto. Hace unos días se vendieron cinco millones de iPhone 5 en Estados Unidos. Las filas de “Apple fanboys” estaban igual de nutridas que la de lanzamientos anteriores, como el iPad de primera generación o los iPhone de otras anteriores.
Steve Jobs es Apple, y viceversa. No queda duda, como cuando regresó triunfante para rescatarla unos años después de ser despedido por John Sculley, entonces CEO y contratado por el mismo Jobs.
Al borde de la bancarrota Apple compró NeXT y nombró consejero a Jobs en 1996. Dos años después, la genialidad se concretó en lo que fue la salvación para la empresa: el iMac. Con un diseño revolucionario, disponible en hasta 14 colores, la todo en uno cambió la idea de lo que debía ser una computadora personal. El éxito, como se sabe, fue arrollador y se ha convertido en una pieza consentida entre coleccionistas.
El iPod, en 2001, y iTunes, en 2003, le dieron nueva vida a la industria musical. Un pequeño aparato de metal y plástico blanco llegó al mundo con la promesa de alojar en sus entrañas hasta mil canciones. Pronto, las principales ciudades de Estados Unidos estaban invadidas de transeúntes con los icónicos audífonos blancos. El diseño del pequeño reproductor era algo nunca antes visto, de nuevo una declaración de estilo.
La fiebre por el iPod no encontraba cura, y por supuesto, las arcas de Apple se inflaban con la demanda. iTunes, por su parte, fue una de las apuestas más arriesgadas de Jobs. Convenció a las disqueras que el futuro se encontraba en Internet y que su plataforma era la idónea para lanzarse seguros a explorar un mercado que ahora tiene en crisis la existencia del disco compacto.
En 2007, el iPhone hizo lo propio en su sector, el de la telefonía móvil. El mundo se encontraba con algo tan sorprendente y nuevo que los competidores tenían miedo en desarrollar algo similar. La comunicación había cambiado para, sin que la exageración domine el discurso.
Más tarde, en 2010, el iPad creó un segmento. Hace poco más de dos años nadie sabía a ciencia cierta para qué serviría una tablet, pero, sin dudarlo, sabían que querían uno.
Estos productos, desarrollados por Jobs y su equipo, maravillaron al mundo. El factor extraordinario en ellos hicieron a los usuarios leales amantes de la manzana. La calidad sigue en sus productos y eso quizá, es lo que les instruye a esperar en la línea
Más años sin Jobs
El reto de Tim Cook no es el de superar a Steve Jobs, es mantener a los usuarios. La competencia se ha acercado, y algunas veces superado, la tecnología que ofrecen sus creaciones. A un año de la muerte de Steve Jobs, Apple ha seguido el camino fácil.
Sólo personajes como Walt Disney o Henry Ford estuvieron tan asociados a su marca. En la era “post-Jobs”. Apple deberá continuar enalteciendo el legado de su fundador en la urgencia por la innovación con nuevos productos. La dicotomía de la solvencia financiera podría convertirse en una ironía.