Sudán es uno de los países que ha experimentado una de las guerras civiles más largas con 50 años de conflictos que se han traducido en grandes olas de violencia, miles de refugiados y desplazados, así como un gran número de personas que ha sufrido la pérdida de alguna extremidad por culpa de bombas.
Dada la magnitud del evento, una organización californiana sin fines de lucro llamada Not Imposible, quiere ayudar a cambiar un poco la vida de estas personas ofreciéndoles la opción de recuperar la movilidad por medio de prótesis impresas en 3D, ya que la guerra ha dejado alrededor de 50 mil personas amputadas, muchas de ellos niños.
Por el momento esta organización empezó en los Montes Nuba dentro de Sudán del Sur, país independiente desde el 2011, en donde Mick Ebeling, líder del “Proyecto Daniel”, instaló el primer laboratorio de prótesis impresas en 3D, que al mismo tiempo también funge como centro de formación. Es importante mencionar que este proyecto surge a partir de la historia de un chico de 16 años llamado Daniel Omar, quien perdió ambos brazos durante la guerra. Su historia fue contada por Times, por lo que Mick Ebeling pudo conocerla y así decidó hacer algo al respecto.
Lo que hace este laboratorio no es sólo ofrecer una nueva posibilidad a los pobladores de la zona de forma temporal, sino que capacita a los mismos pobladores para que ellos mismos puedan seguir con el proyecto, cuando el equipo fundador regrese a sus casas en Estados Unidos. De esta forma, se planea llevar esta iniciativa no sólo a Sudán o a África, sino a otras partes del mundo en donde se necesite.
“Tenemos la esperanza de que niños y adultos en otras regiones de África, así como en otros continentes alrededor del mundo, utilicen el poder de esta nueva tecnología para principios similares”, dijo Mick Ebeling. “Creemos que la historia de Daniel empezará una campaña mundial. El compartir las especificaciones de las prótesis, las cuales “Not Impossible” proporciona de forma gratuita y de código abierto, permitirá a cualquier persona que lo necesite, en cualquier lado del planeta, utilizar la tecnología para el mejor propósito: restaurar la humanidad”.
La gran diferencia no sólo es marcada por la facilidad y acceso que se tiene para utilizar la tecnología de impresión en 3D, sino que se traduce en un costo mucho menor de producción de $100 dólares por cada prótesis.
Este proyecto, apoyado por la empresa de ingeniería Precipart e Intel, es una gran demostración de cómo la tecnología -aún cuando puede ser utilizada para la guerra, como es el caso de la industria armamentista o simplemente la nueva generación de drones especializados en el área militar- también puede servir para ayudar a los afectados, marcando una diferencia inimaginable en sus vidas.