Todos hemos visto la siguiente escena en películas: el joven lleva a su novia a casa y la mamá saca el álbum de fotos para mostrar aquellos momentos vergonzosos e incómodos de su infancia y que seguro no quiere enseñar a su más reciente conquista. No sé si a alguien le pasó en la realidad, o sean sólo eso, momentos de película. Sin embargo y si les paso, supongo estarán más sensibles a este tema. En mi caso, afortunadamente nací en los años 80, así que mis fotos y momentos divertidos están impresos en pocas fotos familiares y en la mente de mis seres queridos, por lo que si alguien quiere verlos, tendrá que pasar forzosamente por la casa de mis padres y ganarse su confianza.
Si una foto de esa época se hace pública en internet, será porque yo decidí tomarme la molestia de escanearla y de subirla o compartirla con el mundo. Así que las evidencias de mi infancia, outfits o looks inadecuados, sin poses, sin filtros ni retoques, que hoy me dan risa, son parte de mi privacidad y de verdad agradezco que esto sea así.
Desafortunadamente, no es la misma situación en la actualidad, donde la mayoría de los recuerdos son digitales y muchas veces de manera inconsciente los padres los comparten con el mundo, incluso creándoles perfiles en redes sociales, por lo que tenemos bebes o niños influencers. El principal problema es que nunca se sabe dónde van a parar estos contenidos digitales, podrían volverse un meme, una foto vergonzosa o incómoda, u ofensiva de un menor que circule en el mundo digital, donde él o la niña no pudo elegir compartir su imagen y que probablemente lo siga por el resto de su vida.
Podrían también caer en manos de pederastas o personas que lucran con imágenes infantiles, o bien de alguna red criminal que a través de ingeniería social puede tener información privada por todas esas imágenes compartidas. Todo esto suena muy grave y fatalista, pero son cosas que pasan y son originadas porque alguien compartió ese contenido, no porque nos hackearon sino porque decidimos exponer esa imagen, y por lo tanto ya no nos pertenece, y cualquiera puede hacer lo que quiera con ella sin nuestro consentimiento.
Y justo esto abre el tema que me gustaría abordar, ¿qué pasa con el derecho a la privacidad de los menores?, ellos hoy no pueden elegir si quieren que esa foto pueda ser vista por cualquiera cuando tengan 20 años, cuándo su próximo empleador haga una búsqueda con su nombre, cuándo su prospecto romántico vea todos esos momentos incómodos, que al menos yo odiaría que estuvieran públicos. Ellos no pueden elegir si les gusta como salió la foto, o si sienten que se ven mal y preferirían no haberla mostrado.
Pero nosotros como papás, tíos, abuelos o familiares cercanos en muchas ocasiones violentamos su privacidad por creer que es algo bonito, gracioso o que merece la pena que alguien lo vea. Como adultos, nosotros tenemos concesiones con otros adultos. Si tomamos una foto o video a un amigo le preguntamos, ¿lo puedo publicar?, y la persona puede decidir. Pero con los menores no nos tomamos la mínima molestia e inclusive si lo hiciéramos, no es algo justo, pues no entienden las implicaciones y por lo tanto estamos haciendo público un contenido que viola la privacidad de un menor.
Entonces, ¿por qué violentamos el derecho a la privacidad de los niños? El simple deseo de compartir todo momento de felicidad en internet es ya de por si un poco morboso, pero cuando expones la vida de un menor que no decide y no tiene la capacidad de elegir, pone en riesgo su integridad y su futuro emocional, pero está es una tendencia creciente en las nuevas generaciones de padres. Esta tendencia se llama Sharenting y justo habla de compartir todos los momentos de la vida de un menor en familia, de forma pública por algún medio digital. Y aunque no podemos evitar conservar las memorias de nuestros menores, creo que el error es creer que a todo el mundo le interesa y asumimos que nuestros niños están de acuerdo.
Por tanto, ¿qué podemos hacer?, podemos seguir tomando fotos de todo momento y documentar la vida de nuestros niños con normalidad, pero es recomendable no publicarlos para brindarles la privacidad que merecen. En algún momento todos esos momentos podrán ser compartidos cuando el menor ya sea un adolescente con más criterio o un adulto. Y sea por decisión propia el compartir lo que el decida, o por sus padres, cuando tengan visitas en casa a las cuales se quiere presumir o hacer reír, y así tener una historia más que contar. Los invito entonces a cuida la privacidad de nuestros niños.
Adriana García
Adriana es Country Manager en Forcepoint. Con dieciséis años de experiencia en el sector de IT security, networking y soluciones de nube. Ha construido y liderado equipos multidisciplinarios enfocados en el incremento de market share, cuentas estratégicas y negocio, a través de soluciones empresariales que la han constituido como uno de los personajes más reconocidos en materia de ciberseguridad en México y América Latina.
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