Lo he dicho en varias ocasiones: Huawei lo está haciendo muy bien. La marca China llegó a México, para probar fortuna con sus celulares, hace unos cuatro años —aunque desde antes tiene presencia en nuestro país con su negocio telecomunicaciones. Entonces presentaron el P6, uno de sus teléfonos más importantes y que en ese momento presumía ser el smartphone más delgado del mundo.
Huawei Ascend P6
Mi percepción —y la de muchos en ese momento— fue la de una marca china más que entraba a nuestro país para tratar de tomar una porción del tan competido mercado de la gama media y gama baja, con celulares que más que innovar trataban de copiar diseño y funciones de otras marcas como Samsung, LG o incluso Apple.
Y quizá sí, cuando Huawei llegó a México con sus teléfonos inteligentes había mucho parecido con los de algunas otras marcas, pero eso —mayormente— ha cambiado en los últimos dos años.
Hoy, no me queda duda de que Huawei es una marca que está dispuesta a demostrar que lo chino ya no es sinónimo de “chafa”, copia o baja calidad. Insisto, la marca lo está haciendo muy bien y, hoy por hoy, estoy convencido de que es el estandarte de la revolución tecnológica en China.
Para entenderlo, es necesario echarse un clavado profundo en la compañía y su historia, para verlo, quizá sea imprescindible viajar a China para atestiguar la forma de trabajo, filosofía y procesos de la marca. Y no se trata nada más de celulares de gama baja, media o alta.
Como periodista de tecnología he tenido grandes oportunidades y la posibilidad de estar en las instalaciones de Panasonic, Apple, Motorola, HP y Lenovo, entre otras. También la fortuna de estar en laboratorios de algunas de estas empresas y ser testigo de cómo desarrollan sus productos, de cómo tratan de innovar para sobresalir no sólo de entre otras marcas, sino para tratar de llamar la atención de los usuarios, quienes cada día tenemos menor capacidad de asombro… Menudo reto para cualquier empresa tecnológica en el mundo. Ya nada nos llena los ojos.
Laboratorio de Motorola para pruebas de sonido, en Chicago
Recientemente tuve la oportunidad de visitar su cuartel general en Shenzhen, China, ese lugar al que llaman el “Silicon Valley” chino, ese lugar en el que también está Foxconn —la empresa encargada de fabricar los iPhone y gracias a la cual los teléfonos de la marca de la manzana dicen "Designed by Apple in California. Assembled in China"—, esa ciudad puede ser una perfecta analogía de la misma Huawei: la marca se creó hace poco más de 30 años y es ahora líder en la industria de los celulares en su país; también hace poco más de 35 años Shenzhen no era más que un pueblo pesquero con casas humildes; hoy tiene más de 15 millones de habitantes y decenas de edificios (los dos más altos miden 450 y 600 metros). Hoy, vivir en algunas zonas de Shenzhen, cuesta 10 mil dólares el metro cuadrado.
Shenzhen, China, la ciudad donde está el cuartel general de Huawei (foto tomada con un P10 Plus)
En sus oficinas centrales de Shenzhen, Huawei tiene lo necesario para demostrar su visión a futuro del mundo tecnológico. Echando mano de toda su infraestructura de telecomunicaciones y redes, la marca está desarrollando, por ejemplo, un sistema de monitoreo inteligente de ciudades que podría utilizarse para medir tráfico, detectar vehículos de emergencia, y sistemas de transporte.
También hay posibilidad de ver todo el desarrollo que tienen para el Internet de las Cosas, desde implementaciones muy elaboradas hasta objetos tan cotidianos como un bote de basura conectado, que ya se está usando en las calles de Alemania y permite no sólo separar la basura, sino proveer información sobre qué tan lleno está para que los servicios de recolección puedan tener visibilidad sobre cuándo deben ser vaciados.
Bote de basura conectado de Huawei
Y cuando hablo de Huawei como la empresa o marca que lleva el estandarte de la revolución tecnológica en China no me refiero a directamente a su innovación, sino a la forma en la que están trabajando y fabricando sus productos, rompiendo paradigmas, subiendo la calidad y generando asociaciones interesantes —como la que tienen con Leica, de Alemania; harman/kardon y Google, de Estados Unidos—, pero sobre todo invirtiendo en desarrollo propio para dejar de copiar. El estandarte que portan es para justo para demostrar que no todo lo chino es chafa. Ese es su gran reto.
Y para muestra basta un botón: hay tres fabricantes de teléfonos inteligentes que están diseñando sus propios chips: Samsung, con Exynos; Apple, con sus chips A, y Huawei, con sus Kirin, cuya más reciente generación, el 970, fue lanzando a inicios de septiembre en Berlín, Alemania, durante la feria IFA 2017, estará en el Mate 10, que será presentado este lunes 16 de octubre, y —según presume la marca— es el primer chipset con inteligencia artificial y tiene 5.5 billones de transistores, ni más ni menos que 2.5 billones más que el Qualcomm Snapdragon 835, que actualmente está en teléfonos como los Samsung Galaxy Note 8 y Galaxy S8, el HTC U11 o el Moto Z2 Force.
Habrá que seguir de cerca, muy de cerca a Huawei, que está dispuesta a conquistar nuestro mundo conectado.
Bonus: Kirin 970, el futuro de los teléfonos Huawei, desde #IFA2017