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¿Tendría sexo con un robot?


Un estudio elaborado por la Fundación para una Robótica Responsable explora las implicaciones éticas y morales de relacionarnos con máquinas.

por: Redacción Paréntesis Redacción Paréntesis

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En 1993 la película El Demoledor presentó una escena polémica. El detective John Spartan (Sylvester Stallone) tendría un encuentro sexual con la también oficial Lenina Huxley (Sandra Bullock). Spartan, un policía de otra época que despertó en el año 2032, no comprendía que el sexo había sido reducido a una experiencia virtualizada. “Huxley, hagámoslo a la vieja usanza”, dice Stallone, quien recibe por respuesta un “eso es asqueroso”. Pues este futuro, distópico para muchos, comienza a alcanzarnos.

 

Mientras la industria tecnológica busca su nuevo gran mercado –internet de las cosas o realidad virtual–, la de los juguetes sexuales se abre paso a las nuevas tecnologías con muñecas robóticas que incluso pueden dotarse de personalidad. Compañías como TrueCompanion, por ejemplo, comercializa la Roxxxy Gold, una muñeca robótica con personalidades como “Wendy la salvaje” o “Farrah la frígida”, esta última con resistencia al acto sexual a fin de simular una violación.

 

¿Cuáles serían las implicaciones éticas y morales de comenzar a relacionarnos sexualmente como robots? Estas son las preguntas que trata de despejar la Fundación para una Robótica Responsable en su estudio Nuestro futuro sexual con robots. El documento publicado hoy, a cargo del profesor emérito en robótica e inteligencia artificial de la Universidad de Sheffield (Reino Unido), Noel Sharkey, y de la profesora de ética y tecnología de la Universidad de Delft (Holanda), busca generar información sobre el impacto que tendrían este tipo de relaciones en nuestra sociedad. “Se trata aún de un tema muy nuevo y definitivamente necesitamos ciencia sobre el tema”, dijo Sharkey en una declaración consignada por El País.

 

Y es que en su estudio los investigadores consideran que las implicaciones van más allá del simple contacto entre humanos y máquinas. “Es preocupante que las personas empiecen a relacionarse con robots. Se está amando a un artefacto que no es recíproco, lo mejor que puede hacer es fingir”, señala. Además, la aceptación en torno a si se accedería a tener sexo con robots valida la oportunidad del estudio: dos de cada tres hombres aceptan la idea de usar robots sexuales, mientras que una de cada tres mujeres aprueba su uso.

 

Las implicaciones también varían dependiendo del tipo de uso. Mientras compañías como TrueCompanion dirigen su producto al entretenimiento sexual, otras como la japonesa Trotta apuntan a pedófilos con robots que simulan ser colegialas menores de edad. Shin Tagaki, fundador de la empresa y pedófilo confeso, considera que su uso podría ser benéfico para la sociedad. “Estoy ayudando a la gente a expresar sus deseos de forma legal y ética”, dijo en una entrevista a The Atlantic.

 

Sin embargo, varios expertos consideran que el uso de robots de apariencia infantil con fines terapéuticos podría ser contraproducente. “Imaginemos que tratamos el racismo permitiendo a un fanático abusar de un robot negro. ¿Funcionaría? Probablemente no. La ética sobre robots sexuales va más allá de si alguien sale lastimado físicamente”, señaló el profesor de ética y robótica del Politécnico de California, Patrick Lin, en declaraciones recogidas por The Telegraph.

 

De acuerdo con el estudio, actualmente se comercializan cuatro modelos de robots sexuales cuyos precios oscilan entre 5 mil y 15 mil dólares. Sus usos son variados, pero los expertos coinciden en que los fines terapéuticos son un foco de atención. “Se están proponiendo como compañía para ancianos o personas enfermas o con discapacidad. Si se padece Alzhaimer severo realmente no es posible notar la diferencia”, reflexiona Sharkey. “Tenemos que pensar como sociedad qué haremos al respecto”.

 

AOV

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