Una de las frases que más escuchamos dentro de la mercadotecnia de las grandes compañías de tecnología es que nos conectan. Nos conectan con nuestros seres queridos, con las personas que piensan como nosotros o con las personas a las cuales queremos hacer llegar lo que hacemos y lo hacen en cualquier parte del mundo en todos los momentos. Esta conexión parece ser algo absolutamente bueno, una maravilla del mundo moderno. Quizás lo sea, sin embargo creo que sería un poco ingenuo tomar este mensaje de manera literal y no analizar lo que ocurre con toda esta conectividad.
El filósofo anarco-primitivista John Zerzan revierte esta idea de conectividad reflexionando sobre la influencia de Steve Jobs:
"Una de las cosas que he notado sobre Steve Jobs es la recurrente noción de que aumentó nuestra conectividad. Esto es algo que me parece irónico. Todos estamos conectados ahora, estamos enchufados, tenemos esta gran facilidad de contactar a cualquiera, pero es obvio también que entre más enfrascada está la sociedad en estas tecnologías de la conexión, más aislados están los individuos. Está claro que las máquinas están conectadas, ¿pero no sé hasta qué punto lo están los humanos? Todos están en su teléfono celular todo el tiempo, como zombies, vas por la calle y la gente choca contigo porque está tan embobada viendo sus aparatos”.
Masrhall McLuhan, el gran analista de medios que acuñó la frase "el medio es el mensaje", tiene entre su panoplia de frases filosóficas ideales para la era del marketing, la idea de que los son extensiones de nuestros sentidos y que lo mismo que los amplifican los amputan: "La naturaleza del medio, de todos los medios, en el verdadero estilo de Narciso, [es que nos] hipnotizan por la amputación y extensión de nuestro ser en la nueva forma técnica".
Un ejemplo muy sencillo de esto es la invención de armas de fuego que extendió nuestra capacidad de lanzar un ataque a distancia, pero disminuyó nuestra habilidad general para utilizar el arco y la flecha. En el caso de la tecnología de la conectividad, acaso no ocurre que extiende nuestra capacidad de conectarnos y comunicarnos a distancia pero inhibe nuestra capacidad de hacerlo sin mediación, fuera del espacio virtual.
Zerzan, quien es bastante radical en su concepción de la tecnología, acepta que la usa, pero que de lo que se trata es de la visión general, de reflexionar sobre lo que nos está sucediendo. Dice que ciertamente es algo bueno poderse comunicar con un amigo que vive en otro país y que nunca veríamos, pero que al final "debemos de pensar en lo que estamos cediendo a cambio". El problema, dice, tiene que ver con nuestra conexión real con la comunidad, la cual se "está evaporando". Zarzan cita un estudio publicado en un journal de sociología que indica que en 1985 el estadounidense promedio tenía tres amigos (en los cuales podía confiar realmente), pero en el 2005 esto se había reducido a dos amigos (un porcentaje de 50% de reducción en 20 años). Evidentemente este estudio, del cual no da una fuente, no es concluyente, pueden haber miles de razones, pero el punto es claro. Todos tenemos hoy en día cientos de amigos en las redes sociales, pero cuántos amigos verdaderamente cercanos en el mundo fuera de la Red.
Hace poco se publicó aquí también un artículo sobre un experimento realizado por un think-thank danés en el que individuos que dejaron una semana Facebook (una vacación digital con fines de investigación científica) reportaron sentirse mejor después, citando la razón de que pudieron comunicarse mejor con su familia y amigos. Si nos interesa conectarnos en el sentido de tener una experiencia profunda de pertenencia con un grupo o de identidad y amistad con una persona, quizás debemos de considerar bajarle a nuestro nivel de conectividad digital.