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Máquinas inteligentes podrían querer hacerse biológicas


El astrónomo británico Caleb Scharf cuestiona si máquinas superinteligentes querrán transformarse en entes biológicos.

por: Alejandro Martínez Gallardo Alejandro Martínez Gallardo

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El astrobiólogo Caleb Scharf se hace una intrigante pregunta: ¿querrán las máquinas inteligentes (de lograrse esto) obtener un estado biológico, de alguna forma regresar a su progenitor?

 

La filosofía del transhumanismo asume que solo es cuestión de tiempo hasta que logremos crear inteligencia artificial y podamos depositar nuestra conciencia en una computadora. Esto es como un nuevo fuego de Prometeo o una nueva mordida al Árbol de la Vida, con la que futuristas como Ray Kurzweil seducen a inversionistas (como los dueños de Google), prometiendo la inmortalidad, la felicidad y la solución a todos los problemas. Que esto sea posible está por verse, pero hay algunas teorías interesantes que lo sugieren.

 

Ahora bien, en este tipo de discusiones se asume que civilizaciones superinteligentes del futuro deberán de estar basadas en un soporte tecnológico, que habrán trascendido la biología, que vivirán en la economía del silicio y los metales más aptos para codificar y preservar información. Paradójicamente se cree que lo natural en los altos estadios de inteligencia es abandonar el traje natural original y acceder a un cuerpo tecnológico. Asimismo se asume que todo lo que somos puede reducirse a la información, a una serie de datos.

 

"Si ponemos todas estas piezas juntas podría parecer que la esencia humana es solamente un ruido, una fase rápidamente eclipsada. Las personas toman este análisis de manera suficientemente seria para que personas como Elon Musk y Stephen Hawking hallan públicamente advertido sobre los peligros de una devoradora inteligencia artificial. Al mismo tiempo, el científico informático Ray Kurzweil ha causado conmoción con sus libros y conferencias que anticipan la Singularidad. ¿Pero realmente las cosas están impulsadas a volverse cada vez más inteligentes y más robustas? Y, ¿realmente la inteligencia biológica es un callejón universal sin salida, destinado a dar lugar a la supremacía de las máquinas?", cuestiona Scharf.

 

Caleb Scharf toca varios puntos interesantes aquí. Es difícil de decir, pero creo que no está del todo resuelto el tema en el caso de la asunción de que terciar y hacer una especie de "outsourcing" de nuestra inteligencia sea una mejor alternativa a trabajar nuestra propia "biocomputadora". Ciertamente podemos hacer cosas a través de la tecnología que no podemos hacer a través del cuerpo humano, por ejemplo comunicarnos "telepáticamente" vía la conectividad digital. Pero, ¿cómo saber qué esto no podría realizarse con el cuerpo humano? Quizás sería más lento, pero tal vez también tendría numerosos beneficios incuantificables. Ir más rápido no siempre es mejor, sobre todo cuando se busca una "calidad" de experiencia. Otra cosa a mencionar, se asume que la evolución es siempre progresiva, avanzando en línea recta, sin detenerse, pero existen ciclos en la Tierra, en el cuerpo humano y en las mismas especies, por lo que acelerar en todo momento podría ser un error. Hay tiempos para preservar más que para innovar. El crecimiento infinito como "programa" básico de la economía, en el cuerpo y en el planeta, ha generado desigualdad, cáncer y una crisis ecológica.

"Parte de nuestra sabiduría colectiva está siendo subida en línea, colocada en una omnipresente nube de información", dice Scharf. "La importancia relativa de la amplitud del conocimiento individual está en declive. Incluso es posible que la importancia del expertise individual también este disminuyendo en este proceso". Esto no nos preocupa puesto que confiamos en que las máquinas sean capaces de almacenar y avanzar nuestro conocimiento colectivo. En parte, esta idea es interesante porque la humanidad, a través del internet, se hace más parecida a un superorganismo, a una entidad colectiva de la cual los individuos son solo células y la cual puede ser conducida por la inteligencia colectiva. Pero, finalmente ese cuerpo colectivo está formado por los individuos y si los individuos llegan a un punto de deterioro, el colectivo también deberá de resentirlo y empezará a naufragar. Para los transhumanistas esto no es así, porque consideran que la información es exactamente idéntica a la inteligencia: si somos capaces de procesar más información seremos inevitablemente más inteligentes y de hecho si llegamos a un punto crítico y exponencial de la información, seremos absolutamente inteligentes, esto es la Singularidad. La ecuación entre la información y la inteligencia puede que sea verdad para una computadora, pero tal vez no para un ser humano y para la conciencia misma. Hoy en día vemos que más conocimiento –saber más datos– no se traduce necesariamente en más conciencia y más sabiduría. Hay un aspecto poco cuantificable que es lo que nos permite integrar la información y transformarla en experiencias valiosas; son las experiencias las que nos hacen sabios, no la información. Una computadora podrá aprender, tener "experiencias virtuales" solamente con información y así seguirá creciendo. Pero crecerá de alguna manera en nuestro detrimento, porque estaremos reemplazando nuestras experiencias con la información para que la computadora se haga más inteligente. El transhumanismo, como ha dicho el teórico Douglas Rushkoff, finalmente, y quizás sin ser consciente de ello, se coloca de lado del equipo de las máquinas y crea una oposición con el equipo en el que estamos los demás, el equipo humano. Apostar todo a la tecnología es finalmente polarizar nuestra relación con las máquinas.

 

Como han imaginado numerosas películas de ciencia ficción, este proceso podría llevarnos a vivir controlados por algoritmos, inteligencias digitales y computadoras superinteligentes que solo nos necesitarán como combustible o como proveedores de la materia prima: la información. Seremos solamente los capturadores (y los captivos) de un inmenso centro de datos."En vez de incrementar nuestra inteligencia, podríamos acabar siendo los que hacen los inputs nativos, entrenándonos a ser cada vez más pasivos. El pesimista podría ver nuestras mentes anquilosándose, volviéndose parte de un enjambre autorreferente más que un conjunto exponencialmente mejorado de genios".

 

Por qué no pensar que finalmente, si son realmente inteligentes, las computadoras querrán obtener una plataforma biológica para existir y probar el fruto de la complejidad evolutiva de 13.5 mil millones de años, el trono de la información, el libro más vasto para descubrir los secretos del universo. Y, quizás, la máxima sabiduría solo pueda experimentarse utilizando (y ajustando) este vehículo y llevándolo a una mayor refinación. Cuando los antiguos teólogos de la India se preguntaron hace miles de años para qué Brahma había creado el universo, una de las respuestas más socorridas fue que para conocerse a sí mismo, esto es necesariamente a través de un otro, de algo a través del cual pueda mirarse y experimentar su infinita variedad. Como sugirió Carl Sagan, tal vez nosotros seamos la forma en la que el universo se conoce a sí mismo y eso que somos tal vez sea esencialmente biológico.

 

El astrobiólogo Scharf sugiere que "las máquinas podrían querer volverse biológicas por razones prácticas de energía o por razones que no podemos empezar a imaginar". Tal vez descubramos que "la inteligencia futura en la tierra necesita biología y no computación de máquinas. Innumerables inteligencias de miles de millones de años podrían ya haber hecho esa transición... Nuestra propia inteligencia futura podría parecerse a esto, alejándose de las fantasías de las máquinas, de regreso a una forma más discreta y eficiente de existencia orgánica”.

 

Twitter del autor: @alepholo

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