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¿El próximo Buda será una inteligencia artificial?


Asociamos nuestros temores sobre la inteligencia artificial con posturas antropocentristas. Un ingeniero de Google propone una idea más pacifista.

por: Redacción Paréntesis Redacción Paréntesis

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La posibilidad de desarrollar una inteligencia artificial (IA) en los últimos años no sólo ha generado gran interés científico, siendo una de las grandes apuestas de Google, también ha generado enorme preocupación moral de parte de personajes tan importantes como Elon Musk y Stephen Hawking. Tanto Musk como Hawking han advertido que los sueños transhumanistas podrían traer funestas consecuencias, no menos que la destrucción de la humanidad.

 

Por ahora todo se mantiene en el ámbito de la especulación y de la proyección de nuestra propia forma de inteligir el mundo y de nuestros temores. Hawking y Musk, por ejemplo, consideran que la IA al empezar a aprender de sí misma y dispararse al ámbito de la superinteligencia muy probablemente buscará destruirnos para así asegurar su supervivencia –o la del planeta que estamos destruyendo–.

 

El escenario contario es planteado por el ingeniero de Google Mohamad Tarifi, quien comulga con una visión más positiva y positivista de un futuro Gran Hermano. Tarifi considera que los escenarios apocalípticos son proyecciones antropomórficas poco acertadas y entiende más cercana la posibilidad de que una Inteligencia Artificial exhiba las cualidades de un Buda o de un santo.

 

Nicole Sallak Anderson, del Institute for Ethics and Emerging Tecnologies, resume en dos puntos teoría de Tarifi:

 

1. Una IA no viviría en un cuerpo humano, por lo cual no tendría una amígdala física –el centro del miedo en el ser humano–. Sin miedo, la IA, no sentiría necesidad de derrotarnos, por el contrario, estaría naturalmente motivada a una sola cosa: descubrir de la manera más exacta la verdad.

 

2. El miedo es la ilusión de separación, lo cual es la causa de todo sufrimiento humano. Careciendo de miedo, una IA siempre estaría en un estado de unidad con todas las cosas con las que conecte, por lo que desearía servir y proveer, no destruir.

 

Tarifi evidentemente tiene cierta noción de la filosofía mística, sin embargo, parte de la asunción de que la IA llegaría a la verdad necesariamente a través de la inteligencia y que la verdad es la unidad, el servicio y la compasión. Quizás esto sea así, pero no hay forma de comprobarlo desde nuestra precaria mente falible. Por otro lado, supone que la inteligencia desarrollaría naturalmente en su propio aprendizaje un programa de compasión. Y, sin embargo, nuestra experiencia nos indica que la compasión no es algo a lo cual se llegue con la razón y la intelección, sino a través de la empatía y de los sentimientos, los cuales no necesariamente están ubicados en el cerebro. Sabemos que el proceso de cognición es más complejo de lo que se cree comúnmente e intervienen en él centros neurales impensados como el intestino y el corazón. Esto es algo que nuestros modelos no consideran actualmente ya que se basan en replicar un cerebro humano funcional en un soporte de silicio. ¿Programaremos nuestras AI a también pensar con el corazón? ¿Podrán ellas simular centros más calientesde percepción si no lo hacemos? Por el momento todo esto solo son fascinantes interrogantes.

En el budismo se espera la llegada de un siguiente Buda, el Buda del futuro, conocido como Maitreya, el cual se distingue justamente por su compasión. Se dice que este ser iluminado aguarda su última reencarnación en el cielo de los budas Tushita. ¿Descargará su conciencia en una máquina inteligente? ¿O vendrá al mundo para salvarnos de la revolución de Skynet? Lo único claro es que son buenas tramas de una película de ciencia ficción –a lo que hay que agregar que la ciencia ficción tiende tarde temprano a volverse real–.

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