La forma en la que las redes sociales han estructurado nuestras relaciones en línea está basada en la autopromoción y la comparación. Facebook e Instagram son una especie de inmenso aparador que muestra lo fantástica que es nuestra vida, sobre todo en términos visuales y en términos de cuántas conexiones tenemos; Twitter es similar sólo que predomina el texto en este perenne editar nuestra vida para parecer más inteligentes.
Somos adictos a la información y a comunicar lo que vivimos de manera que raya en la obsesión. Más de 80 millones de imágenes son subidas a Instagram cada día, con más de 3.5 mil millones de likes y más de 1.4 mil millones de personas –el 20 % de la población– publica diario detalles de sus vidas en Facebook. Todos estamos participando en la gran ágora –o debemos mejor llamarlo focus group– de la cultura moderna, todos tenemos una opinión, todos tenemos que estar a la altura del colectivo.
Este prolífico hábito de compartir nuestras vidas –o deberíamos de decir “presumirlas”– parece estar relacionado con un incremento en el narcisismo. Según publicó recientemente The Guardian, datos muestran que en los últimos diez años se ha incrementado el diagnóstico del trastorno de personalidad narcisista en Estados Unidos de manera aguda, comparable con el incremento de obesidad. Comida rápida y redes sociales... ¿son realmente muy diferentes?
El maestro budista occidental Traktung Yeshe Dorje señala de manera tajante: "Las redes sociales son al diálogo auténtico lo mismo que el porno en línea es al amor". Algo así como una pobre simulación.Y explica que "gran parte de nuestra sociedad está construida sobre la estructura de un miedo psicológico y de frenéticas tentativas de encontrar seguridad de cara a este miedo". Esto es, al no ser capaces de lidiar con el miedo que es generalmente una reacción a no aceptarnos como somos y a anticipar que los demás no nos aceptarán tampoco sino somos de cierta forma, creamos todo tipo de plataformas para poder evitar enfrentarnos a nuestra realidad y mostrarnos tal como somos. En una red social siempre podremos ser otro y siempre podremos ser mejores de lo que somos en el presente inmediato.
“La sociedad comercial ha descubierto que nada vende tan bien como el narcisismo y por ello el diario de la noche te pide que envíes tu opinión... La pretensión de que las personas realmente valoran tu opinión, o que deberían de, es el opio de las masas... Rechaza ser el esclavo del marketing masivo disfrazado como conectividad social. Cuestiona la autoridad de tus propias opiniones. Cuestiona a aquellos que te instarían a no cuestionarte. Cuestiona la tecnología que venera tus opiniones como pequeños becerros dorados, los ídolos falsos de la mediocridad”, dice Traktung Yeshe Dorje.
Palabras duras, pero para algunos podrían ser como las cachetadas de un maestro zen que sacan del sopor del automatismo.Las redes sociales pueden seguramente utilizarse para hacer cosas muy provechosas y demás, pero requieren necesariamente de una acción, una alerta y un estado de conciencia despierta del usuario, de otra manera la marea es hipnótica y lleva al embotamiento. Es necesario saber que existe una agenda comercial detrás del espacio supuestamente libre en el que se interactúa y que esa agenda que es parte del medio modela el tipo de interacciones que son posibles dentro del mismo; es necesario saber que el individuo al participar está aceptando que su información será utilizada para incrementar el poder de los algoritmos que predicen el comportamiento de los consumidores, de esta manera contribuyendo a que el espacio público sea controlado de manera más efectiva por el sistema económico dominante; es necesario saber que los posteos que se suben a sitios como Facebook no reflejan la realidad de los usuarios sino que son una versión editada de la personalidad de los usuarios... y así sucesivamente. Sabiendo esto uno puede jugar bajo su propio riesgo.