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El sistema económico secuestra la innovación tecnológica


El teórico Douglas Rushkoff analiza cómo el desarrollo económico de compañías como Facebook no se traduce en prosperidad para las masas.

por: Alejandro Martínez Gallardo Alejandro Martínez Gallardo

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El teórico de medios y crítico cultural, Douglas Rushkoff publicó este año un nuevo libro: Throwing Rocks at the Google Bus, un importante análisis de la economía actual que explora por qué el crecimiento de empresas como Facebook y Uber no se traduce en prosperidad para las personas. El libro, me parece, es el diagnóstico más lúcido hasta la fecha de lo que numerosos analistas de política y economía han venido sugiriendo (como Thomas Picketty, por ejemplo), pero que necesitaba integrar aspectos económicos, sociales y filosóficos de la tecnología digital. En suma, que el modelo económico global está destinado al fracaso, si lo que nos importa es la prosperidad, calidad de vida, igualdad y no solo tener mejores rendimientos estadísticos. La economía actual es muy buena para hacer dinero solo con dinero, pero no generar valor o hacer circular los beneficios equitativamente.

 

Desde algún tiempo, desde su libro Life Inc., en el que consideraba que el planeta estaba siendo convertido en una gigantesca corporación, Rushkoff ha venido estudiando la economía en relación con la tecnología y sus efectos en la calidad vida de las personas. En su último libro concluye que ha llegado el momento en el que podemos decir sin lugar a dudas que el modelo económico actual basado en el crecimiento y en la extracción de valor de las cosas, no en la producción de cosas que realmente valen, no está funcionando, al menos no para la gran mayoría de las personas.

 

El modelo económico del crecimiento perpetuo encontró en el mundo digital una forma de seguir creciendo cuando ya no se podía seguir extrayendo valor de las cosas físicas. Se descubrió un mundo virtual para poder seguir creciendo la economía en ámbitos mayormente especulativos. Esto ha mermado las promesas que se atisbaban en los albores del Internet: una cultura y una economía distribuida, P2P para promover la innovación y la libertad, produciendo cosas que realmente mejorarían nuestras vidas. "Optimizamos nuestras plataformas no para las personas o para el valor sino para el crecimiento. Así que en vez de obtener más tiempo libre, acabamos teniendo menos. En vez de tener más variedad de expresión humana e interacción, lo que hicimos fue crear más automatismo y productos que pueden predecir mejor el mercado", dice Rushkoff.

Una tras otra, las grandes corporaciones de Silicon Valley que parecían estar desarrollando productos de gran valor para la libertdad, la democracia y la experiencia humana en general, se ven cooptadas por el sistema financiero y pierden su capacidad de transformar la vida de las personas. Un ejemplo que cita Rushkoff es Twitter, la estimulante herramienta que parecía estar detrás de movimiento políticos ciudadanos en numerosas partes del mundo, pero que al acoplarse a las reglas de la economía de Wall Street y hacer su oferta pública de venta, perdió toda su posibilidad de modificar lo que realmente importa en nuestro mundo: las estructuras del poder económico. "Las compañías con nuevas tecnologías son libres de perturbar casi cualquier industria que elijan... siempre y cuando no afecten el sistema operativo financiero que subyace a todas las industrias."

 

Rushkoff señala con ironía que en realidad el enorme crecimiento de las industrias digitales no es una nueva forma de prosperidad, sino "una nueva forma de que los negocios se hagan como siempre", es decir, cambiar para que las cosas no cambian en el fondo.

 

En 2013, ciudadanos de San Francisco realizaron una protesta en contra de Google, impidiendo el paso del autobus de sus empleados y arrojando piedras a un vehículo. Mientras Google llegaba a su máximo nivel en la bolsa, las personas reales que viven cerca de Google protestaban porque los barrios aledaños a los headquarters de esta empresa no habían recibido los beneficios del estratosférico crecimento del "Gigante de Mountain View", cuyo mantra es "Don't be evil". El camión de Google era un símbolo de la gentrificación y de la riqueza restringida a una élite.

 

Viviendo bajo la prerrogativa de tener que seguir creciendo, empresas de tecnología que podrían estar desarrollando plataformas para la prosperidad o el enriquecimiento de la experiencia humana, ponen lo mejor de ellas a simplemente generar más ingresos. "Al aplicar nuestras innovaciones tecnológicas a crecimiento por encima de todo lo demás, hemos echado a andar una forma poderosamente desestabilizadora de capitalismo digital acelerado", las tecnoogías digitales, al sevicio del mercado, se convierten en "instrumentos abstractos y ultra-rápidos" que encuentran formas de aprovecharse del sistema "en vez de generar valor". Rushkoff aclara, sin embargo, que el problema no es la tecnología digital en sí misma, sino "el modelo de negocios que enfatiza la eficiencia y el crecimiento a expensas de los seres humanos a los que debería de estar sirviendo".

 

Vivimos en un mundo controlado por un programa económico originalmente diseñado por los aristócratas de finales de la edad media para perpetuar su propia riqueza, un modelo en el que el crecimiento se ha convertido en un fin en sí mismo y en una economía dominada por instrumentos financieros, algoritmos y máquinas que hacen los trabajos, donde "los seres humanos llegan a ser entendidos como impedimentos para su funcionamiento". Aún así, Rushkoff no es del todo pesimista y sugiere que si podemos superar "nuestra adicción a crecer" (y recordemos que cuando las cosas crecen demasiado crean cosas como el calentamiento global o un tumor en el cuerpo), el paisaje digital puede convertirse en un estimulante medio para fomentar la prosperidad real, incluso "un sistema económico que favorece el flujo de dinero en lugar de la acumulación y recompensa a las personas por crear valor en vez de solamente extraerlo". De hecho la tecnología digital nos brinda un importante fundamento para transformar la situación global: nos hace saber que todas las cosas son programas y están hechas de código; por analogía igualmente el sistema económico es solo un programa y podemos reprogramarlo y reprogramar el dinero para que sea algo que realmente nos ayude a generar valor y a tener transacciones con gente afín.

 

No debemos de medir nuestro éxito por crecimiento económico, ni las personas, ni los países, ni las empresas. Actualmente somos esclavos de las métricas: las cotizaciones en la bolsa, el reporte trimestral de ingresos, el número de trabajos creados, el crecimiento del producto doméstico bruto, los likes que tenemos o podemos generar. En cambio, y antes de automatizar todas nuestras relaciones, y reemplazar todo lo que hacen los seres humanos por robots y algoritmos, podemos tener como principio producir las cosas que realmente necesitamos, que mejoren la vida de las personas y que nos permitan interactuar en un entorno enriquecido.

 

Twitter del autor: @alepholo.

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