En septiembre de 2011, Apple retiró de la App Store Phone Story, un videojuego para dispositivos móviles que satiriza en torno al proceso de producción de teléfonos celulares mostrando, por ejemplo, escenas en las que el jugador debe supervisar a niños mineros en El Congo o evitar que trabajadores chinos se suiciden en la fábrica donde laboran. Molleindustria, el estudio detrás del juego, explicó que Phone Story buscaba apropiar al videojuego como una forma popular de comunicación masiva para mostrar “el lado oscuro de tu celular favorito”.
“Todos los videojuegos son políticos hasta cierto punto”, señala Jacinto Quesnel, director del Laboratorio de Juegos del Centro de Cultura Digital, donde se presenta la exposición Game and Politics, que analiza la manera en la que los videojuegos despliegan su potencial político a través de una curaduría de 18 obras realizada por Jeannette Neustadt y Stephan Schwingeler. “Los juegos expuestos dieron un paso adicional, no solo representan a la sociedad que los juega, sino que tratan de sensibilizar de cierto modo ante alguna problemática”, explica Quesnel.
Como hizo Phone Story en 2011, la exposición Games and Politics, organizada por el Goethe-Institut, explora el potencial del videojuego como medio de comunicación masivo. “Buscamos juegos que por un lado cuestionan las posibilidades de su propio medio, y por otro, aquellos que son explícitamente políticos”, cuenta Jenny Mügel, coordinadora cultural del Goethe-Institut Mexiko. “Uno de los temas grandes de la exposición son las problemáticas de género”, dice en referencia a Dys4ia, un videojuego sobre el proceso de transformación física que experimentan las mujeres transexuales, y Perfect Woman, basado en los cuestionarios de personalidad de las revistas femeninas y en las funciones que definen. Ambos pueden jugarse dentro de la exposición, que será itinerante. “Inicia en México, pero llegará a Boston, San Francisco, Washington y otras ciudades”, explica Mügel.
“No es fácil que los videojuegos planteen este tipo de perspectivas”
De los 18 videojuegos expuestos en Games and Politics, solo uno alcanzó el éxito comercial. This War of Mine, un videojuego publicado en 2014 para dispositivos móviles y computadoras que explora los horrores de la guerra desde el punto de vista de refugiados durante la Guerra de Bosnia, recuperó su inversión apenas dos días después de su estreno. “El planteamiento de la industria es venderte lo que tú quieres, lo que consumirás fácilmente, los juegos de la curaduría no son de este tipo, muchos jugadores se rehusarían a jugarlos por las decisiones que conllevan, no es fácil que los videojuegos planteen este tipo de perspectivas”, dice Héctor Guerrero, coordinador logístico del Laboratorio de de Juegos del Centro de Cultura Digital, en respuesta al porqué juegos como Call of Duty o Battlefield, de los más populares en consolas, están ausentes en la exposición.
La guerra y la violencia son tópicos recurrentes en los videojuegos expuestos en Games and Politics. Uno de ellos, Killbox, pone al jugador al control de un piloto de drones bombarderos, utilizados por el gobierno de Estados Unidos en el conflicto de Pakistán, y que según conteos de The Long War Journal, entre 2006 y 2011 asesinaron a 2 mil 18 militantes y 138 civiles. “No es fácil apretar el gatillo cuando humanizas a un enemigo”, reflexiona Guerrero.
– Se suele asociar a los milenials como jóvenes apolíticos, ¿pueden los videojuegos cambiar esta idea?
– A esta generación le toca la tarea de transformar este mundo. Algunos han optado por hacerlo a través de los juegos, algunos sensibilizan sobre temas históricos o de género, que hay a quienes les importan y a quienes no, o quienes todavía no se deciden, pero este tipo de exposiciones enfrentan con estos tópicos para intentar entender la otredad en estos casos.
Games and Politics estará presente en el Centro de Cultura Digital hasta el 15 de enero de 2017; la exposición es gratuita.