Cuando Konami lanzó Metal Gear Solid: The Twin Snakes —remake del original Metal Gear Solid de PS1— en Nintendo GameCube en 2004, la recepción general fue de desconcierto, porque si bien se trataba de una nueva versión que presumía gráficos actualizados, diálogos re-grabados y una alucinante reinvención de sus secuencias cinemáticas, el juego no presentó modificación alguna en diseño de niveles, navegación y desafío, disminuyendo justificación y reto a la experiencia, ya que a la condición inalterada de la propuesta de MGS1 se incorporaron todas las mecánicas de Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty.
Es una situación que es imposible no recordar, a 21 años de distancia, al ver lo que ocurre ahora con Metal Gear Solid Delta: Snake Eater, remake del que para muchos es el mejor MGS, Metal Gear Solid 3: Snake Eater, lanzado originalmente en PlayStation 2 y el primero en orden cronológico de la influyente e icónica saga creada por Hideo Kojima. Nos encontramos en total desconcierto, pues apenas en octubre pasado Konami estrenó el remake de Silent Hill 2 (nuestro juego favorito de 2024) y demostró —a la mejor escuela Capcom— que si un clásico ha de ser sometido al tratamiento de remake es porque se ofrecerá al jugador una experiencia reinventada que respete la esencia y la trama, al compás de una jornada distinta y ampliada.
Pero después de terminar Metal Gear Solid Delta: Snake Eater y de pasar horas adicionales con el resto del contenido que ofrece, nos quedan claros dos puntos: ésta no es una reinvención como ocurrió con Silent Hill 2, y éste es más un remaster que un remake (con todo lo positivo y negativo que ello implica).
El devorador de serpientes
Ubicado en 1964 y siendo el primero en la cronología de la saga, Snake Eater retrata dos misiones llevadas a cabo por el operativo de la CIA Naked Snake, quien a la postre se convertirá en Big Boss, discípulo de The Boss, los dos personajes de los que derivan las aristas argumentales más sustantivas del resto de Metal Gear.
A lo largo de estas dos misiones que tienen lugar en el marco de una de las décadas más complejas de la Guerra Fría, Naked Snake se dará cuenta de que la línea que separa objetivos, lealtades, enemigos y aliados es cada vez más difusa, mientras es orillado a enfrentarse a The Boss por razones que le cambiarán para siempre su perspectiva del engranaje político que mueve al mundo.
El (confuso) objetivo de la misión
Han pasado más de dos décadas del lanzamiento de Metal Gear Solid 3, y sería ocioso hablar de las cualidades del juego o del impacto que tuvo en la industria en su momento. Basta con decir que fue una entrega que amplió las posibilidades de sigilo y combate establecidas en sus antecesoras, incorporando además un eje de supervivencia para sacar provecho de los entornos naturales en los que se desarrolla gran parte de la aventura. De esta manera, escabullirse sin ser detectado ahora implicaba elegir el atuendo y la pintura facial ideales para camuflarse, así como hacer un uso correcto del sistema CQC (combate en espacios cerrados) —en el cual había ventana para golpear, interrogar o noquear al enemigo. Asimismo, mantener estable la barra de estamina requería cazar y comer animales para saciar el hambre, y la regeneración de salud implicaba curar cada herida recibida.
Esa ampliación al gameplay se vio acompañada de un argumento que, para contrarrestar la densidad narrativa y temática de Metal Gear Solid 2: Son of Liberty (fenomenal juego que, dicho sea de paso, predijo la era de inteligencia artificial, manipulación de información y lenguaje de memes en la que nos encontramos), se decantó por elementos melodramáticos que supieron conectar con un público siempre ávido de historias marcadas por el romance y la traición.
La mezcla de estos enfoques y propuestas dio por resultado un título que hasta este día presume estatus de leyenda, uno que Konami arriesgadamente eligió para darle el tratamiento de remake con el propósito (queremos pensar) de mantener viva la flama de Metal Gear Solid no sólo con el fandom más leal, sino también con las nuevas generaciones que, enteradas de lo que Kojima y sus celebridades hacen en Death Stranding, se interesaron por el trabajo previo del creativo japonés.
Y es ahí donde yace nuestro principal problema con Metal Gear Solid Delta: Snake Eater, pues estamos ante un juego que no sabe si dirigirse al fan que conoce a la perfección MGS3 o al público joven que se acerca a IPs clásicas a través de las ángulos renovados que ofrecen los remakes.
¿Remake? ¿O más bien remaster con skin moderna?
Capcom instauró escuela, subrayando que un buen remake conlleva una labor de reinvención que respete esencia y aspectos clave. Konami lo sabe, tan es así que ahí está el refrito de Silent Hill 2 como prueba contundente, y por ello no entendemos por qué MGSDelta es exactamente el mismo juego de hace 21 años en términos de movimiento, diseño de niveles, navegación y desafío. Sabíamos que para las voces y diálogos se usarían las mismas grabaciones de MGS3, lo cual ya anticipaba que no habría lugar para ampliar la experiencia, pero en definitiva no estábamos listos para encontrarnos con el mismo título de hace más de dos décadas, solo que con skin de Unreal Engine.
¿Es esto más bien una equívoca valoración de nosotros por esperar un remake y no lo que a todas luces es un remaster? Después de todo, Konami promociona MGSDelta como “la experiencia central del original, evolucionada y más inmersiva que nunca”.
Es probable. Quizá nuestra expectativa no era la idónea, y en ese sentido también debemos reconocer que fue genial revivir MGS3 a través de los gráficos de MGSDelta (secuencias como la del enfrentamiento contra The End se benefician enormemente de la capacidad visual de ahora). Pero también es cierto que el juego incorpora libertades en su perspectiva en primera persona que están en sintonía con las de Metal Gear Solid V: The Phantom Pain (es decir, hay señales de que Konami pretendió renovar, si bien no el mapa ni los desafíos para progresar, al menos sí las mecánicas), aunado a que ahora hay un apartado de gestión de ítems y atajos que hacen más cómoda la jornada.
Queda la sensación de que la idea con MGSDelta era dejar intacto el mundo de MGS3 e infusionar con el movimiento y jugabilidad de MGSV, de la misma manera en que MGS: The Twin Snakes dejó intacto el mundo de MGS1 para infusionar con el movimiento y jugabilidad de MGS2. Hubiese sido el mismo tropiezo de 2004 que mencionamos líneas más arriba y en todo caso lo habríamos entendido; incluso hubiese sido un ejercicio divertido y autorreferencial, de esos que rompen la cuarta pared, como tanto nos acostumbró la saga cuando estaba bajo la batuta de Kojima.
Pero está claro que ese no fue el caso y que, en algún momento, todo afán de revitalizar el gameplay fue frenado con tal de sujetarse al sabor original. El juego se siente viejo, Snake se mueve como en 2004, antinatural bajo estándares actuales, y no estamos seguros de qué tanto pueda ayudar esto si la idea es apelar también a audiencias más jóvenes.
Y si la idea siempre estuvo limitada a ofrecer un remaster con skin Unreal Engine, entonces tampoco entendemos qué pasó aquí, pues el estándar actual, representado por compañías como Nightdive Studios, es retocar la jugabilidad y hacerla más atractiva y dinámica a la luz de los usos y costumbres de ahora.
Por supuesto queda la posibilidad de que Konami no tenía ambición con MGSDelta más allá de lanzar una recreación, una calca hecha con tecnología moderna. Y si ese fue el caso, entonces MGSDelta deberá sentarse al lado de la versión de Psicosis que Gus Van Sant estrenó en 1998, compartiendo el título de “Recreación con mayor carencia de identidad y propósito, y probablemente hecha sólo para efectos de ego”.
Conclusión
A pesar de todo lo expuesto, sería una mentira decir que Metal Gear Solid Delta: Snake Eater nos pareció una experiencia deplorable. Incluso considerando que se siente viejo y rebasado (e injustificado, si recordamos que MGS3 está incluido en la Master Collection Vol. 1 de hace un par de años), la realidad es que nos emocionó revivir este primer momento del eventual Big Boss; presenciar, ahora con el poder gráfico contemporáneo, la desventura que le sembró convicciones que terminaron por convertirlo en uno de los grandes antagonistas de la serie. También nos alegró que los modos "Snake vs. Monkey" y "Guy Savage" (este último seleccionable desde la pantalla principal una vez que se termina el juego) estuvieran de vuelta.
Ya corresponderá probar el modo multijugador —prometedor, por lo que sugieren los avances— una vez que llegue más adelante este año. Pero por ahora concluiremos diciendo que Snake Eater siempre será un juego maravilloso, sea bajo la presentación que sea, incluso si no hay ambición más allá de ponerle maquillaje nuevo. Qué lástima que no le tocó el tratamiento Silent Hill 2.
Calificación: 7.0/10
Metal Gear Solid Delta: Snake Eater
Developer: Konami
Publisher: Konami
Revisado en PS5. También disponible en Windows y Xbox Series