Probablemente Overwatch no es un juego innovador. Hace varios años Team Fortress 2 presentaba una premisa bastante similar: un FPS de clases, que se juega por equipos y donde cada personaje tiene un rol específico. Pero, no importa que Overwatch no sea innovador. No cabe duda que ya es más trascendental que Team Fortress 2. ¿Cuál es su encanto? Quizá se trata de una maravillosa coincidencia entre un producto sólido y una creciente escena de eSports.
Clasista, inclusivo y comunista
Overwatch es casi un juego de deportes. Visto someramente, parece un FPS, pero no es así. Se juega por equipos en distintos modos de juego, todos basados en objetivos y no en eliminar a los jugadores rivales. La lista de personajes comprende 23 héroes, divididos en cuatro tipo de clases: ataque, defensa, tanque y apoyo. No es futbol, pero sí es un juego de posiciones donde es importante que cada jugador sepa su lugar. Y, ciertamente, Overwatch goza de una comunidad relativamente amigable, algo poco común en juegos multijugador. Si bien para tener éxito en el juego es necesario jugar en equipo –los llaneros solitarios no tienen cabida en Overwatch–, no pasará mucho tiempo hasta que encuentres uno. Overwatch es un juego de comunidad, y como no conozco a nadie que juegue para perder, la estructura obliga a los jugadores a pensar en el bien del equipo, que al final termina siendo el propio. Va un ejemplo: durante una partida entró al equipo un jugador llamado ‘Shakalakabaraka’, notó que había tres tanques, así que eligió a Mercy, una curadora. “Espero que sepan lo que hacen, así que ¡vamos, vamos, vamos, vamos!”, dijo notoriamente emocionado. Al final perdimos, pero Shakalakabaraka nos dio las gracias, dijo que se había divertido. Nadie le respondió nada.
Tracer, el encatandor rostro que engalana a Overwatch.
Y los personajes… hay hombres, mujeres, robots y hasta un gorila. Todos son increíbles, diversos y tienen un folclore tremendo. Por ejemplo, Tracer, la heroína que funge como portada de Overwatch, es lesbiana. Los jugadores se enteraron de sus preferencias sexuales, de la que pocos sospechaban –por cliché se apuntaba a Zarya, una rusa fornida–, gracias a un cómic navideño que Blizzard, productora del juego, publicó como un regalo decembrino. La noticia dividió a los fanáticos, pero el mensaje es bastante claro: Overwatch es un juego inclusivo, sus personajes están diseñados para reflejar diversidades raciales y culturales.
También, Overwatch es un juego lleno de valor. Desde su lanzamiento en mayo de 2016, Blizzard ha añadido nuevos modos de juego, mapas y personajes, todos de forma gratuita. Eso sin mencionar que el juego ha estado plagado de eventos temporales en los que pueden obtenerse accesorios cosméticos, como la Navidad Overwatch.
La interfaz de Overwatch lo hace ver como un FPS, pero es mucho más que eso.
En diciembre pasado, cuando muchas publicaciones enlistaron sus juegos del año, Overwatch figuró en varias como el mejor, por encima de superproducciones como Uncharted 4, Final Fantasy XV o mi favorito, Doom. La mayoría coincide en lo entretenido que puede ser llegar a jugar con un montón de desconocidos, hacer equipo y triunfar o no. Overwatch es como ir a un campo de futbol llanero y jugar con un montón de desconocidos. Probablemente regreses a jugar, probablemente no, pero si lo haces, aquello se vuelve una especie de ritual.
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