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Biohacking, el futuro de las drogas recreacionales


El transhumanista Zoltan Isvan cree que los implantes cerebrales del futuro serán capaces de estimular, por ejemplo, zonas ligadas al placer.

por: Redacción Paréntesis Redacción Paréntesis

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Con la evolución de los implantes cerebrales y los diferentes aparatos de estimulación craneal, algunos transhumanistas han vaticinado que el futuro de las drogas recreaciones pasa por el biohacking y la incorporación de tecnología al cerebro. El biohacking es un movimiento de entusiastas de la tecnología que busca aplicar conceptos de hacking para aumentar la capacidad de su cuerpo con aparatos cibernéticos DiY.

 

La apuesta, según el transhumanista Zoltan Isvan, es por la refinación en la capacidad que tienen los implantes craneales de estimular ciertas regiones del cerebro a través de electrodos. En la medida en la que conozcamos más cómo funciona el cerebro – el transhumanismo busca de hecho crear un cerebro artificial– podremos estimular zonas ligadas al placer (descargas de opiodes o dopamina), a la memoria y la cognición, e incluso ligadas a las experiencias religiosas, si es que lo divino en realidad no es más una cierta actividad en los lóbulos frontales, como sostiene la neuroteología. Hace unos años el científico Michael Persinger creó cierto revuelo al mantener que podía garantizar experiencias místicas vía estimulación electromagnética con lo que llamó "el casco de dios".

 

En la actualidad más de medio millón de personas tiene algún tipo de implante cerebral. La mayoría de estos implantes cocleares son utilizados para asistir a personas que no pueden oír, pero existen también algunos de estimulación profunda que pueden utilizarse para enfermedades neurodegenerativas. Asimismo, los aparatos electroencefalográficos cada vez son más precisos. Hoy en día se suelen utilizar dentro del neurofeedback, pero podrían tener una función no sólo de lectura sino de sincronización y estimulación de diferentes ondas cerebrales. Todo esto podría ser no sólo el inicio de tratamientos alternativos, capaces de evitar algunos de los efectos secundarios e imprecisiones de los químicos, sino también de una tendencia transhumanista de mejoramiento de la cognición y en su lado más polémico de la estimulación recreativa, sustituyendo diversas drogas ilegales, encontrando una zona gris, un nuevo mercado negro.

 

Este gadget, por ejemplo, sostiene ayudar a sus usuarios a subir su estado de ánimo, calmarse y enfocarse a través de una microdescarga eléctrica en zonas específicas del cerebro. Por el momento es solo un wearable, pero en un futuro podría ser un implante.

 

Desde hace algunos años también se investiga la posibilidad de crear algún tipo de "chip cerebral" para provocar orgasmos o estimulación erótica. Por el momento la tecnología no ha llegado más allá de famosas representaciones en películas como el "orgasmatron" de Woody Allen.

 

El lado oscuro de esto, es que estos aparatos, un poco al estilo de la película Strange Days, podrían ser hackeados o contaminados produciendo sendos malviajes.

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