Por Eduardo Barco.
Cuando el original Hellblade: Senua’s Sacrifice llegó en 2017, le tomó poco para convertirse en uno de los títulos más notorios de la escena independiente de ese momento, principalmente por su representación de una protagonista que padece de una condición mental y por su trama que abarca temas que no suelen verse dentro del espectro mainstream del gaming, como la superación personal dentro de un contexto de fantasía medieval nórdica o el abuso intrafamiliar, aspectos por los que la desarrolladora y publisher Ninja Theory catalogó a su propia creación como un “indie AAA”.
Ahora, siete años después y luego de que la desarrolladora fuera adquirida por Microsoft, llega al mercado Senua’s Saga: Hellblade 2, secuela que fue anunciada desde finales de 2019 como parte de la revelación de Xbox Series X, erigida como una de las cartas fuertes y exclusivas de 2024 para el ecosistema Series X|S y PC de Microsoft, y precedida de una campaña promocional que se centró en los espectaculares apartados visual y sonoro.
Un viaje de venganza e introspección
Situado poco tiempo después de la anterior entrega, Senua’s Saga: Hellblade 2 continúa con la travesía de Senua, quien tras el regreso de los invasores que asesinaron a su pareja, decide emprender un viaje hacia una tierra lejana para intentar detener desde su origen al mal que la sigue persiguiendo. Sin embargo, en el camino encontrará que en esta extraña tierra yace un misterioso poder con el que tendrá que enfrentarse física y emocionalmente.
Una jugabilidad familiar que se niega a crecer
Desde la revelación del juego se insistió en que seríamos testigos de una fidelidad y realismo sin igual en el apartado gráfico, pero no dejaba de llamar la atención que el gameplay de Senua’s Saga: Hellblade 2 fuera mostrado a cuentagotas, con apenas atisbos fundidos con secuencias cinemáticas. Y ahora que hemos acabado su campaña de apenas un puñado de horas de duración, podemos sospechar por qué se decidió no mostrar a detalle la jugabilidad.
Mecánicamente, Senua’s Saga: Hellblade 2 no se diferencia mucho de su antecesor. El layout del control, el movimiento y la interacción con el mundo visto desde una perspectiva en tercera persona, se sienten tan fluidos como siempre, mientras que los diferentes puzzles —como la alineación de patrones de runas o la manipulación de algunos segmentos del entorno— siguen estando ahí, eso sí, ahora sin predominar tanto.
Es en medio de la sorpresa ante la familiaridad con el transversal cuando irrumpe el principal factor de distinción de esta entrada: el sistema de combate cuerpo a cuerpo, que ahora se siente más restrictivo en contraposición con la primera parte, pues si bien sigue ofreciendo los ataques débil y fuerte, así como los movimientos de evasión, bloqueo y modo “rage” para ocasionar más daño, resulta difícil no notar de inmediato que la posibilidad de patear al enemigo para aturdirlo fue por completo omitida.
Cada vez que se llega a alguna sección de combate, es imposible no percibirla como una sucesión de acciones inconexas que incluso llevan a momentos frustrantes, en los que lo único que el usuario puede hacer es presionar un solo botón y, de vez en cuando, ejecutar los movimientos de bloqueo o evasión, pues no existe una lógica que sugiera qué acción se puede tomar después de recibir daño o de realizar ciertas maniobras, lo cual queda aún más en evidencia cuando se activa la opción de apoyo para estas secuencias.
Un mundo bello que no tiene mucho que mostrar
Es este el punto que nos lleva a la posible razón por la cuál la campaña promocional versó solo en gráfico, pues, en efecto, Senua’s Saga: Hellblade 2 es una auténtica e indiscutible maravilla técnica que presenta el que quizá sea el mejor fotorrealismo que hemos visto hasta la fecha en la actual generación de consolas, es un juego que invita a valorarlo como uno de los pocos que sí se sienten como current-gen / next-gen (dependiendo del cristal con el que se le vea).
El Unreal Engine 5 es utilizado de una manera tan artesanal que uno no puede no quedarse atónito ante cada detalle en estos paisajes —sea en situaciones externas o en entornos más claustrofóbicos como cuevas— que, con apoyo de una banda sonora y un diseño de audio impecables, se vuelven el preámbulo a momentos tensos y realmente abrumadores.
Pero es cuando se termina de asimilar la curva de asombro que uno termina viendo lo obvio: los desarrolladores apostaron a una inmersión apoyada 100% en la técnica, y se le dio tanto peso a estos momentos de apreciación que las horas pueden pasar yendo del punto A al punto B sin que suceda nada en lo absoluto.
Dirección cinematográfica que no supo a donde llegar
Muchas de las decisiones que se tomaron para esta secuela obedecen a una dirección que a todas luces quiso ser más cinematográfica y que, desafortunadamente, jamás impacta de manera positiva en el combate ni en la trayectoria. Todo el énfasis está en el mundo y en la presentación, y no en el juego como tal.
Para cuando corren los créditos finales —después de alrededor de seis horas de juego—, el usuario se queda con la duda de si Senua’s Saga: Hellblade 2 terminó diciendo lo que quería decir, o si más bien, por perder el eje durante el desarrollo, Ninja Theory inició presentando un relato de venganza, que terminó convertido en una vorágine de metáforas y disyuntivas.
Conclusiones
No se puede negar la calidad de producción detrás de Senua’s Saga: Hellblade 2, de la misma manera en que tampoco puede omitirse que se trata de un enorme paso hacia atrás en materia de gameplay e historia, con respecto al primer juego. Es ser testigo de un colosal ánimo artístico dirigido a una premisa simple y a una jugabilidad que se dejó sin pulir.