Todo empezó después de caer accidentalmente de la tabla dañándose un nervio. A raíz de esto y de acuerdo con un diagnóstico que le hicieron, desarrolló un síndrome de excitación sexual persistente. Al principio sólo eran punzadas en el vientre bajo antes de que fluyeran sobre su cuerpo que en ocasiones se convertían en un orgasmo. Ahora necesita hasta 10 sesiones sexuales por día. Tanto ha llegado su adicción que incluso las menores vibraciones que proporcionan los celulares o una licuadora la excitan.
Ella comenta que tal vez la única cura que existe para esto es tratar de controlar su pasión respirando profundamente. No cabe duda que día con día nos encontramos con casos extremos.