La tecnología y el mito de Dionisio

En ocasiones los juguetes nos deslumbran, nos hipnotizan, nos enajenan. Un juguete brillante altera nuestro mundo de niños y se convierte en un oscuro objeto del deseo si no tenemos una disciplina y una serie de límites establecidos. Los juguetes, todos saben, pueden distraernos de cosas que debemos de hacer que a la larga serán de mayor provecho. En los juguetes como en la medicina, el veneno está en la dosis.

Quizás algo nos esté pasando con los nuevos juguetes para todas las edades: los gadgets. Claro que los gadgets no sólo son juguetes, son mucho más –alguien los ha comparado con el monólito de 2001: Odisea en el espacio–. Pero aunque son otras cosas –muchas en una–, también son juguetes y en muchos aspectos están diseñados como los juguetes para capturar nuestra atención.

Algunos han comparado la tecnología con el fuego que Prometeo le robó a los dioses para entregárselos a los hombres (so pena de una tortura despiadada). Hay quienes han visto en el logo de Apple un símbolo de la manzana del Edén que en la historia bíblica significó el conocimiento del Bien y el Mal y la expulsión del paraíso (esto parece haber sido refutado por el diseñador del logo). Pero quizás el mito que mejor describe nuestra relación actual con la tecnología –al menos sí somos ávidos consumidores– es el de Dionisio Zagreo ante los Titanes.

En la versión órfica de este mito, Dionisio es el hijo de Zeus con Perséfone, lo cual genera la siempre esperable ira de su esposa Hera. Consentido por Zeus en el cielo, el niño Dionisio gozaba de la protección de los dioses, pero Hera urdió una trama para acabar con él. Los titanes, dioses monstruosos de otra época, urgidos por Hera lograron colarse al Olimpo y utilizando la seducción de diferentes juguetes (el último de ellos un espejo) hicieron que Dionisio se alejara de la zona protegida. Embelesado por las imágenes de los juguetes Dionisio fue demasiado lejos y los virulentos titanes lo despedazaron con cuchillos e incluso lo cocinaron. El olor del pequeño Dionisio siendo hervido llegó a Zeus, quien logró salvar su corazón y en su enfado destruyó también a los titanes. La historia cuenta que la humanidad fue hecha de las cenizas de los titanes que llevaban la sangre de Dionisio que habían consumido en un divino estofado, por lo que de alguna manera está presente la chispa o la esencia del esta divinidad en los hombres. El significado místico quedará para otra ocasión.

El filósofo Manly P. Hall interpretaba ya este mito hace varias décadas como algo actual y vigente. Hall señaló que "hoy nos está pasando lo mismo, nos están poniendo los juguetes y estamos siguiendo los juguetes y nos llevan cada vez más lejos donde estamos más desprotegidos". Según Hall, esos juguetes son "la radio, la televisión", pero hoy podemos añadir el Internet. "[Nos enseñan] juguetes cada vez más caros y hacemos lo que sea para poder comprar estos juguetes… estamos sacrificando las valores porque queremos divertirnos". Me parece que esto es hoy aún más relevante ya que la modernidad ha creado una nueva categoría que fusiona la información con el entretenimiento –lo que se conoce como infotainment, en inglés–, la cual existe fundamentalmente a través de la tecnología de la información y que de alguna manera trafica con nuestra atención (por lo que se sirve de todo tipo de estratagema para obtenerla). Hall añade preclaramente hace 40 años que "no hay diversión que valga en un mundo fragmentado, no queremos pasar nuestro tiempo creciendo, queremos divertirnos ahora, pero esto nos enferma". ¿Acaso no es uno de los problemas de las tecnologías de la información y de los medios electrónicos que fragmentan o dividen nuestra atención, que nos convierte en multitaskers contra nuestra voluntad? Por otro lado, nos acostumbran a recibir todo en este instante, recompensa tras recompensa y no a trabajar para conseguir algo a largo plazo, a tener paciencia y saber esperar.

Hay muchas formas de interpretar los mitos y no se tiene que ser tan radicales como para pensar que los juguetes nos llevarán a ser triturados como Dionisio por los titanes, pero... quizás de las cenizas de nuestra civilización embotada por los juguetes cuasi divinos nacerá un nuevo mundo. Pero es indudable que es necesario aprender a discriminar y a limitar el tiempo que pasamos envueltos en los ambientes tecnológicos que son hoy en día prácticamente ubicuos y todo-permeables. El escritor Douglas Coupland escribió famosamente "extraño mi cerebro pre-internet". Muchos de nosotros ya no sabemos si existe tal cosa como un cerebro preinternet o si esto es deseable. Lo que sí podemos saber es si nuestra capacidad de concentración se encuentra en buen estado y qué tanto influye nuestra utilización de la tecnología. Si tenemos personas a nuestro cargo –o para nosotros mismos–, quizá sea importante regular el tiempo que pasan conectados, especialmente cuando no se trata de un trabajo específico, sino a la deriva navegando o consumiendo entretenimiento. Creo que Manly P. Hall no hubiera interpretado el mito de Dionisio en relación a nuestro uso de la tecnología si hubiera apreciado una tendencia a utilizar medios electrónicos y herramientas tecnológicas para generar arte, belleza, conciencia y conocimiento. El Internet tiene un mayor potencial en este sentido que la radio, la televisión o la telefonía, pero con el poder también existe proporcionalmente un riesgo en el sentido opuesto.

Twitter del autor: @alepholo.

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