“Échenle la culpa a los VCR”, cantaban The Buggles en su clásica canción "Video Killed The Radio Star", de 1979. La letra hablaba de la preocupación sobre la promoción y ascenso de las nuevas tecnologías de la época, y sus posibles efectos en los medios. En aquellos días, quizá era fácil pensar que el destino inevitable de la proverbial celebridad radiofónica, sería la extinción a manos de una caja que emitía imágenes en las salas de los hogares.
Ahora, 38 años hacia adelante en el tiempo, nos encontramos ante un debate similar. Sobra decir que el panorama de la televisión y el cine ha sido transformado para siempre en años recientes, gracias al Internet de banda ancha y los servicios de video on demand (VOD), con Netflix como la obvia punta de lanza.
La misma preocupación por la “estrella de radio” de hace años, se ha hecho presente en bocas de grandes nombres en la industria del cine. A pesar de que uno de sus próximos proyectos será producido por Netflix, el renombrado director neoyorquino Martin Scorsese (El lobo de Wall Street) ha condenado esta forma de ver películas. “Todo alrededor del cuadro es un distractor. No es la mejor manera”, afirma.
El debate alrededor de la coexistencia del cine tradicional con Netflix (y servicios VOD similares) alcanzó una nueva cúspide en la meca cinematográfica europea, el Festival de Cannes, que actualmente lleva a cabo su 70 edición. El presidente del jurado, el cineasta español Pedro Almodóvar (Todo sobre mi madre), se pronunció respecto a la presencia de la plataforma creada por Reed Hastings en la reunión cinematográfica.
“Se me hace una paradoja dar una Palma de Oro y cualquier otro premio a una película que no pueda verse en la gran pantalla”, acusó Almodóvar en la presentación de la actual edición, una que ha resultado atípica por diversos factores, varios de ellos tecnológicos. Por ejemplo, el director mexicano Alejandro González Iñárritu (El renacido) y el cinematógrafo Emmanuel Lubezki presentan un trabajo en realidad virtual. Por otro lado, la televisión tendrá inaudita presencia con la continuación de la serie Twin Peaks, de David Lynch.
Este año, Netflix tiene la distinción de tener no uno, sino dos largometrajes en la selección oficial, es decir, en competencia por la Palma de Oro, el premio más prestigioso en un festival que celebra la pantalla grande. El primero es Okja, del surcoreano Bong Joon-ho (El expreso del miedo), que recibió vehementes abucheos durante su estreno.
¿Por qué el rechazo hacia Netflix?
Almodóvar aboga por “la capacidad de hipnosis” de la gran pantalla, mientras Scorsese afirma que la sala del hogar no es tan inmersiva y, por lo tanto, poco ideal para apreciar una película. Ambos son argumentos difíciles de rebatir, y el cinéfilo dedicado seguramente estará de acuerdo. Sin embargo, la disputa en contra de Netflix va más allá de la manera en que disfrutamos el cine.
No es nuevo que en un festival como el de Cannes, se proyecten películas de servicios VOD. Ya en la edición de 2016, estuvieron presentes cinco producciones de Amazon Studios, incluyendo Cafe Society, de Woody Allen, y El Demonio Neón, de Nicolas Winding Refn, director de Drive.
La diferencia en ambos casos es que Amazon ha cooperado con los exhibidores, las salas de cine tradicionales. A pesar de haber comprado los derechos de distribución doméstica para Manchester junto al mar (ganadora del Óscar al Mejor Actor), el filme tuvo un estreno previo en salas de Estados Unidos (seguramente, el motivador fue cumplir dicho requisito para competir en la fiesta cinematográfica más importante).
Netflix, en cambio, ha insistido en hacer lo contrario, incluso a costa de aspirar a los Premios Óscar. En una carta dirigida a sus accionistas, así defendieron su estrategia de estrenos:
“Dado que nuestros miembros son quienes financian estas películas, ellos deberían ser los primeros en poder verlas. Pero también estamos abiertos a apoyar a las grandes cadenas de cines, como AMC y Regal en los Estados Unidos, si quieren ofrecer nuestras películas, como el próximo estreno de Bright con Will Smith, en salas al mismo tiempo que en Netflix. Que los consumidores decidan”.
Tradicionalmente, el proceso para que una película se estrene en salas de cine recae en diversas compañías. A grandes rasgos, una se encarga de producirla, otra corre con la inversión para distribuirla, y las cadenas de cines, naturalmente, asumen el rol de exhibidores. Los servicios de VOD han dejado de ser sólo una alternativa a las salas de cine, pues ya también se encargan de distribuir e incluso financiar las producciones. Es un cambio de paradigma que afecta a todos los frentes de la industria.
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Según The New York Times, la contienda entre Netflix y Cannes se debe a la ley de excepción cultural francesa, misma que dicta, en primer lugar, que un porcentaje de la recaudación de taquilla, DVD, VOD, televisión y streaming sea dedicado a financiar producciones locales. En segundo lugar dice que una película debe esperar tres años, desde su estreno en salas, para estar disponible en estos servicios (una cuestión que Netflix tiende a ignorar).
Ésta es la principal razón por la que tanto películas de Netflix como de Amazon se han encontrado con abucheos y supuestas fallas técnicas en esta iteración de Cannes. Otros festivales, sin embargo, han sido más laxos en cuanto a la participación de estas plataformas. En la pasada edición de Sundance, dedicado al cine independiente norteamericano, ambos servicios adquirieron los derechos de distribución para películas de la selección, incluso previo al comienzo del festival.
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El reconocimiento al contenido de Netflix y Amazon tampoco ha faltado. El caso de Manchester junto al mar en la pasada entrega de los Óscar es sólo un ejemplo, pero también hay que mencionar que, en la misma ceremonia, el corto documental Los cascos blancos se alzó con el premio de su categoría.
Mientras ciertos personajes y eventos de la industria se pronuncian contra Netflix, o como mínimo piden que la plataforma coexista bajo las reglas de juego existentes, otros parecen aceptarla como un potente actor en el medio. Después de todo, estos servicios también tienen sus bondades.
¿La única salida?
Resulta obvio que, para muchos, el principal atractivo de los servicios VOD es la conveniencia: amplios catálogos de contenido disponibles en la comodidad del hogar y en el horario deseado, lo que ahorra el tener que cruzar ciudades cada vez más complicadas para llegar a una sala de cine.
En estas últimas, sin embargo, la diversidad en la oferta parece ir en decadencia. Aunque los ingresos en la taquilla estadounidense (y la mexicana) van a la alza, también hay más casos de películas que fracasan en su recaudación. Esto indica que hay muy poco espacio entre los blockbusters (categoría últimamente restringida a las grandes franquicias, como Star Wars o las películas de Marvel) y los fracasos en taquilla. Un ambiente poco propicio para propuestas originales y arriesgadas, independientes o no, que enfrentan pocas posibilidades de recuperar sus costos de producción y promoción.
Guste o no, Internet supone aquí una alternativa viable, y quizá la única, para dar salida a producciones independientes, mismas que conforman el grueso de las películas en el catálogo original de Netflix.
En el caso mexicano, como señala la Revista Icónica, las plataformas VOD son el salvavidas de producciones nacionales en una eterna lista de espera para proyectarse en salas, ante la sobreoferta de cine hollywoodense. Curiosamente, aquí no hubo un pleito como el de Cannes: la coproducción hispanoamericana El elegido vio su estreno simultáneo en cines y en Netflix, hecho casi inadvertido.
Incluso el citado señor Scorsese ha tenido que voltear a ver hacia el VOD, a pesar de sus críticas. El proyecto más ambicioso de su carrera, Silencio, sobre el calvario de unos monjes jesuitas en Japón, tuvo un pobre desempeño en taquilla. En consecuencia, la distribuidora Paramount Pictures abandonó su siguiente filme con el director, The Irishman, que reunirá a leyendas como Al Pacino, Robert De Niro y Harvey Keitel. Ahora Netflix será la encargada de producirla.
Si bien los mayores actores actuales son Netflix y Amazon, tampoco hay que dar por descontado a otras plataformas alternativas, dedicadas a satisfacer nichos específicos que ni las salas tradicionales ni los gigantes del streaming pueden satisfacer. MUBI y FilmIn, por ejemplo, representan oasis para los fanáticos del cine independiente. Otros, como Fox Play, ofrecen no sólo películas y series, sino deportes y televisión en vivo.
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Will Smith, miembro del mismo jurado que Almodóvar preside este año en Cannes, defendió su postura a favor de Netflix, pues afirma que ver películas en la plataforma no interviene con que sus hijos (de entre 16 y 24 años de edad) vayan al cine un par de veces por semana, simplemente son dos formas completamente diferentes de entretenimiento.
“Con Netflix, tienen el beneficio de ver películas que no habrían podido ver de otra manera”, detalló el actor estadounidense. “Son películas que no están en pantallas de cine en un radio de 8 mil millas. Y así conocen a esos artistas y pueden buscarlos en línea. Netflix no ha hecho más que ampliar la comprensión cinematográfica de mis hijos”.
Puesto así, el VOD suena como la panacea de una industria que, en la pantalla grande, parece más obsesionada con franquicias de secuelas infinitas y potencial ilimitado para las figuras de acción. Sin embargo, estas plataformas no son perfectas.
El problema de la sobreoferta
Apenas este año, Netflix hizo una pequeña, pero importante modificación a su servicio. Antes, los usuarios podían calificar los contenidos vistos mediante un sistema de cinco estrellas para expresar su gusto por una serie o película. Ahora, la calificación se reduce a “me gustó” (pulgar arriba) o “no me gustó” (pulgar abajo).
La justificación, según el jefe de producto de la compañía, Todd Yellin, es dar mayor claridad al usuario. En teoría, con esta calificación binaria, el algoritmo del servicio tendrá más información para realizar nuevas recomendaciones de contenido a cada usuario en el futuro.
Cosa que, como apunta el crítico David Ehrlich, de IndieWire, no ayudaría a propuestas originales a encontrar a sus audiencias. Las películas independientes estarían destinadas a terminar “enterradas por ahí entre Iron Fist y Sandy Wexler” pues como todo buen algoritmo, el de Netflix estaría diseñado para recomendar lo más afín posible a los hábitos de visualización de cada individuo, con poco espacio para la diversidad. “Buena suerte con el buffet, si toda la comida se divide en buena o podrida”.
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Esto resulta problemático en un buffet cuya oferta, ya de por sí inmensa, no deja de crecer cada semana. Sólo las producciones originales de Netflix ya se contabilizan en los cientos, ya ni hablar de sumar el contenido de terceros en su catálogo. Si bien el VOD representa actualmente la forma más viable de dar salida a producciones genuinamente creativas, también las coloca peligrosamente cerca del olvido.
Entonces, ¿Netflix está realmente matando al cine?
Es difícil negar el impactante poder que tiene la gigantesca pantalla en el cine. Incluso si la experiencia es colectiva (rara vez se está solo en una sala), también resulta de lo más inmersivo, aun si se atraviesa alguien en la fila de adelante. Sin embargo, tampoco puede ignorarse que Netflix, le guste a quien le guste, llegó para quedarse.
Permanece la pregunta: ¿Netflix matará a la estrella de cine, como el video a la de radio? Con tantos factores en juego, echarle la culpa a Reed Hastings y Jeff Bezos se antoja simplista, pero en definitiva, mientras las salas tradicionales aglomeran blockbusters que dejan poco espacio para otro tipo de películas, el VOD presentará más propuestas interesantes en los próximos años.
Después de todo, ¿realmente murió la estrella de radio? Quizá fue desterrada de las salas en los hogares, pero sobrevive como la reina indiscutible en los automóviles y varios dispositivos personales. Probablemente, en un futuro como lo pintaron Steven Spielberg y George Lucas, el futuro de las salas de cine sea como un parque de diversiones, en el que el público deba pagar precios más elevados por ver la nueva saturación sensorial de una película de superhéroes.
Mientras tanto, las propuestas cinematográficas más personales tendrán que verse en casa, con un algoritmo que cura una selección de películas a la medida. Un cine convertido en una experiencia individual, lejos de la colectividad en la tradición de ver y comentar un filme.
Toda una ironía. Mientras que los Lumière hicieron del cine una experiencia grupal con el cinematógrafo en las ferias, Edison creía que las películas serían algo para verse de manera individual. Acaso a más de un siglo de cine, la experiencia se parece más a la de su kinetoscopio.