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Google celebra el centenario del natalicio de Julio Cortázar


En 1963 publicó Rayuela, quizá la más emblemática de las novelas latinoamericanas. Además de escritor, también fue reconocido como traductor.

por: Allan Vélez Allan Vélez

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"Sí, yo creo que fui un animalito metafísico desde los seis o siete años," contó alguna vez Julio Cortázar a la escritora Elena Poniatowska. Hijo de diplomático, Cocó, como su familia llamaba al infante Cortázar, nació el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, Bélgica. Su infancia no fue totalmente feliz; en una carta escrita a Graciela M. de Sola, Cortázar describió su infancia repleta de "mucha servidumbre, excesiva sensibilidad," y "una tristeza frecuente."

 

Tenía sólo seis años de edad cuando su padre, Julio José Cortázar, le abandonó. "Recuerdo muy bien que mi madre y mis tías —mi padre nos dejó muy pequeños a mi hermana y a mi—, en fin, la gente que me veía crecer, se inquietaba por mi distracción o ensoñación. Yo estaba perpetuamente en las nubes. La realidad que me rodeaba no tenía interés para mi. Yo veía los huecos, digamos, el espacio que hay entre dos sillas, si puedo usar esa imagen. Y por eso, desde muy niño, me atrajo la literatura fantástica."

 

Y vaya atracción entre la fantasía y Cortázar. El autor, que en 1963 publico Rayuela —una de las principales obras del "boom latinoamericano"—, coqueteó con el surrealismo y el realismo mágico. Prueba de ello son sus cuentos de Cronopios y Famas, varios de ellos recopilados en Papales Inesperados (Alfaguara, 2009), de entre los que destaca Almuerzos:

 

En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.

 

–¿Cómo cuántas? –vocifera el fama–. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!

 

–Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho –explica el cronopio.

 

El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:

 

–Vea, mi amigo, váyase al carajo.

 

Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.

 

(1952-1956)

 

A 100 años de su nacimiento, Google y numerosas organizaciones culturales como la Biblioteca Nacional de Buenos Aires y Feria Internacional del Libro de Guadalajara rinden homenaje al "Gran Cronopio".

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