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'iBoy': el (no tan asombroso) niño smartphone


Basada en la novela homónima, la película original de Netflix desperdicia su potencial y resulta en un drama entretenido, pero olvidable.

por: Lalo Ortega Lalo Ortega

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Existe una amplia gama de debates sobre nuestra actualidad hipertecnificada y digitalizada: está la cuestión de la seguridad, privacidad y la vigilancia, el bullying digital, el activismo de sofá, percepciones distorsionadas de la realidad y la falta de empatía generada por la burbuja de filtros, construida por las redes sociales.

 

Y ningún grupo social ha crecido tan de la mano con la tecnología como la Generación Y. iBoy, basada en la novela homónima de Kevin Brooks, presenta un escenario de jóvenes de preparatoria londinenses, todos con celulares en las manos, perfecto para hacer algo verdaderamente digno de los temas antes mencionados. En lugar de ello, el director Adam Randall entrega un drama entretenido (gracias, en buena parte, a la química de sus dos protagonistas), con algunos toques de acción, pero el resultado es genérico y olvidable a final de cuentas.

 

iBoy, de hecho, tiende más hacia el género de superhéroes, con todo y sus propios Peter Parker y Tía May. Cuando Tom (Bill Milner) visita a su amiga Lucy (Maisie Williams) y se encuentra a un grupo de criminales intentando abusar sexualmente de ella, intenta llamar a la policía y termina con un disparo en la cabeza. Al despertar, se encuentra con que pedazos de su smartphone quedaron irremediablemente alojados en su cráneo, lo que le otorga el poder de conectarse a la red e interactuar con la tecnología mediante su cerebro.

 

 

Es una premisa absurda, pero sienta un fundamento interesante para un personaje que convierte su sed de venganza en voluntad de exponer a los responsables sin usar la violencia. A partir de ese momento, Tom se hace llamar iBoy, hackea celulares con su mente, espía criminales usando geolocalización y los expone.

 

En estas situaciones, existe potencial para explorar las implicaciones morales de sus actos (un chico de 16 años hace de justiciero), pero las posibilidades son echadas por tierra para dar lugar al drama adolescente: Tom está enamorado de Lucy; la abuela Nan (Miranda Richardson), la Tía May en turno, es la única familia que le queda; mientras que su mejor amigo es cómplice del crimen. Si se deja de lado la química que existe entre Milner y Williams, no hay mucho que ver aquí: el relato es reducido a blanco y negro o buenos contra malos, y es una lástima que estos últimos resulten tan genéricos.

 

 

El aspecto visual tiene gran mérito en esta película original de Netflix. Por un lado, los efectos especiales representan las interacciones de Tom con el mundo digital de manera vistosa, pero fácil de comprender. Por el otro, la región sur de Londres es caracterizada como salida de un cómic de Batman, un antro que requiere de un héroe que lo limpie.

 

Es una lástima que este sea de sus pocos méritos. iBoy es entretenida, pero tiene pocos argumentos para ser más memorable que uno de los tutoriales de artes marciales que Tom mira en su cabeza, segundos antes de golpear a un maleante en un callejón. Y sí, algo así de absurdo sucede en la película.

 

 

iBoy

Director: Adam Randall

Reparto principal: Bill Milner, Maisie Williams, Miranda Richardson y Rory Kinnear

Estreno: 27 de enero de 2017

Plataforma: Netflix

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