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El precio verdadero de los dispositivos inteligentes


Jacob Silverman, periodista especializado en comercialización de metadatos, alerta sobre el uso que las tecnológicas dan a la información.

por: Redacción Paréntesis Redacción Paréntesis

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Los smartphones son quizás los aparatos tecnológicos más exitosos de la historia, al menos en lo que se refiere al tiempo que los usamos. Su éxito yace en que parecen tener una cualidad de "inteligencia", es decir, nos sirven para todo y hacen muchas cosas mejor que nosotros, de tal manera parece que aumentan nuestra eficacia e inteligencia.

 

Los desarrolladores de tecnología, a la sombra de los smartphones, apuestan por el nuevo gadget inteligente que revolucionará el mercado. Muchos creen que el siguiente fenómeno del mercado será un electrodoméstico, ya sea la pantalla inteligente, el refrigerador inteligente o mejor aún, el robot inteligente que se convierta en nuestro confidente como se esboza en la película Her. Entre las nuevas manifestaciones de la inteligencia de los gadgets, uno de los más llamativos es .myflow, un nuevo tampón inteligente que ayuda a las mujeres a registrar sus periodos de menstruación, todo mientras el aparato las monitoriza a ellas.

 

Lo que permite fundamentalmente esta cualidad de "inteligencia" es que los aparatos, ya sea una licuadora o un automóvil, se puedan conectar a la Red y recibir información según su ubicación, lo cual permite generar una inteligencia adaptativa a las circunstancias. Pero estas mismas condiciones son las que también permiten que los fabricantes de nuestros productos minen nuestra información y transformen "la inteligencia" en una vigilancia que puede llegar a hacer de una licuadora un objeto bastante aterrador. Como señala el escritor Jacob Silverman en el New York Times, lo que se presenta como una actualización generalmente es un eufemismo de vigilancia. Un ejemplo: un sistema de iluminación inteligente promete que ahorraremos energía y bajarán nuestros costos de luz. Pero al hacer esto también provee a la compañía de una ventana de información que le permite saber cuándo el dueño llega, cuándo se va, cuándo utiliza el regulador de intensidad y demás hábitos de consumo.

 

Cuando pensamos en "inteligente" debemos también pensar en conocimiento en el sentido de las agencias de espionaje como la CIA, el FBI y la NSA, que basan sus acciones en la recopilación de información de lo que antes se asumía como privada. ”Los aparatos inteligentes constantemente recolectan información, registran los hábitos de los usuarios, intentando anticipar y modelar los comportamientos de sus usuarios y reportarlos de regreso a la nave nodriza corporativa. Los datos son el mayor recurso que puede extraerse en nuestra era y las compañías tecnológicas han descubierto que conectar a más personas y aparatos, recolectar información de cómo interactúan y utilizar esa información para vender publicidad puede ser enormemente rentable", escribe Silverman.

 

Así, entre más usamos nuestros aparatos más inteligentes se vuelven y más tienen capacidades de influir en nuestra vida y anticipar nuestras conductas. Esto los hace parecer, a su vez, más inteligentes, valiosos y hasta necesarios. Pero llegará un punto en el que quizás solo sean necesarios porque se han hecho mucho más inteligente que nosotros, justamente porque saben tanto de nosotros y pueden manipularnos de diversas formas.

 

Como explica Silverman, uno de los mitos que alimenta el capitalismo es que la información de la modernidad y la competitividad del mercado hacen que el consumidor se vuelva más inteligente en sus decisiones. "Esencial a este mito es la noción de que la influencia y el poder trabajan transparentemente. La experiencia muestra lo contrario, y sin embargo nos elogiamos por adornar nuestros cuerpos, hogares, y ciudades con gadgets inteligentes, afirmando que nos sirven a nosotros. Tal vez la verdadera inteligencia que se despliega aquí es de los mandarines de la industria tecnológica que primero nos hicieron pensar que necesitamos todo esto”.

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